ESPLENDORES DE AGOSTO
Tarde en la noche de agosto,
el ojo de Tauro se enrojece
como si fuera a sembrar la tierra.
Sabe que tarde o temprano lo van a carnear,
y no hay vaca en el pastizal
en este lado del cielo.
¿De qué brasas escaparon los avispones?
Cuando mis pensamientos arden,
conozco el motivo.
Esta noche,
un viento helado azota los astros;
pareciera
que ellos también arden con más avidez.
¿Habría algo que fuera
imposible para ellos?
Nubes sentadas en majestad como dioses,
orladas de púrpura mientras avanzan en la noche.
Lagartija viva como un hilo de agua,
sustraída más rápido que un atisbo,
lagartija de labios frescos.
Todas estas bestias
o espíritus invisibles surgen
dado que uno se acerca a lo oscuro.
Demasiados astros, este verano, Señor Maestro,
demasiados amigos consternados,
demasiados acertijos.
Con el tiempo
me siento cada vez más ignorante
y pronto terminaré en los zarzales como un imbécil.
¡Explícate por fin, Maestro evasivo!
Como respuesta, al borde del camino:
senecio, achicoria, acanto.
En el cielo de esta tibia aurora donde la montaña toma el color de la violeta, mientras la luna redonda se disuelve, dos aguiluchos entrecruzan sus espirales silenciosas.
Pestañas, o pájaros favorables sobre los labios.
Todo el día del 26 de septiembre de 1988 el mundo bajo mis ojos permaneció inmóvil en la serenidad más grande que jamás haya visto. Si algún soplo osaba a levantarse a veces no parecía ser más que para aventar el corazón. Entonces, el Ventoux me pareció una lejana esfinge sentada en nuestro umbral para protegerlo del menor disturbio.
Soñar con un cuerpo, al alba, que ya no tendría más adornos a quitar que las constelaciones de septiembre.
El cuerpo lejano, escondido, a veces cercano y menos oculto: hogar, se diría, de una luz sobrenatural.
Los colores graves de los atardeceres, en invierno: el marrón que vira al fauve, el púrpura, el violeta; el muy oscuro verde, los azules lejanos; y hoy, entre el horizonte y las largas nubes tal vez cargadas de nieve, un trozo de cielo tan claro que parece juvenil o angélico. El recinto del gran jardín con sus muros cubiertos de hiedra siempre brinda el mismo consejo de calma, de paciencia, de confiada espera.
Otra fiel “Cámara de los Esposos”, con esta ligera corona en la bóveda, esta bahía de aire animada por anómalas nubes como rosas. Como si uno captara con una sola mirada la navegación, allá arriba, y muy abajo, el alegre murmullo del puerto.
Puede que nuestros ángeles no sean más que esas nubes cuyo cuerpo se sonroja en el amarillo de los cielos de invierno.
***
Esplendores de agosto (Éclats d’août)
Apartado extraído de Cahier de verdure – Gallimard 2003 (208 pp.) de Philippe Jaccottet
Breve nota biográfica de Philippe Jaccottet
Philippe Jaccottet nació en Moudon (Suiza) en 1925 y falleció en Grignan (Francia) en 2021. Tras estudiar literatura en Lausana, residió varios años en París como colaborador de la editorial Mermod. Tras casarse en 1953, se instaló en Grignan, en el departamento de Drôme. De su ejemplar obra se destacan AIRS, L’ignorant, Éléments d’un songe, Pensées sous les nuages y el impresionante tríptico que conforman los cahiers de La Semaison. A su vez ha traducido a Homero, Góngora, Hölderlin, Rilke, Musil y Ungaretti.
Raúl Andrés Cuello (Las Heras, Mendoza, 1988). Se licenció en enología y alcanzó los grados de magister en viticultura y enología y doctor en biología. Se desempeña como becario postdoctoral en CONICET. De 2017 a 2025 fue colaborador asiduo y editor de sección en la revista de artes y letras Otra Parte Semanal. Fue parte de la Bienal de Arte Joven del año 2019. Algunos de sus cuentos y artículos se encuentran en antologías de Argentina, Chile y España como así también en revistas indexadas con referato. En 2024 creó junto a sus socios el sello editorial Partícula. Tradujo del francés a Albert Londres, Pierre Drieu la Rochelle y Michel Leiris.
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septiembre, 2025 | Revista El Cocodrilo