CÓMO CAGAR, POR OTTESSA MOSHFEGH

por El Cocodrilo

Ottessa Moshfegh
2015
Publicado como «How to shit» en Master’s Review.

Traducción: Paula Elwart

Es un delirio creer que las reglas de la sociedad reflejan verdades morales sobre la naturaleza de lo humano. Lo mismo aplica a las «reglas» para escribir ficción. Cualquier paradigma existente en nuestro inconsciente colectivo es solamente eso, un modelo de interpretación o una estructura a través de la que proyectamos una realidad. Un cambio significante del paradigma va a generar ansiedad: «Si dejo esta realidad por otra, ¿siquiera voy a existir?». Cuando el arte radicalmente innovador es condenado por el mainstream, es generalmente una expresión de esa ansiedad existencial. No hay nada más molesto para el statu quo que asumir que una cosa así ni siquiera existe.

Al leer una historia o una novela, suspendés tu lealtad hacia tu propia realidad y aceptás la que el escritor creó. Si la discrepancia con tu propia realidad es muy grande, capaz vayas a decir: «No puedo seguir leyendo», y dejás el libro de lado. O tal vez se trate simplemente de algo mal escrito. Hay mucho de eso allá afuera. Igualmente, el acto de leer ficción es mágico. El poder imaginativo que hace que lo literariamente verdadero se sienta como una verdad es uno de los aspectos más maravillosos de la consciencia humana. Significa que somos capaces de pensar otras realidades a parte de la nuestra. Además, un texto bien escrito puede cambiar permanentemente nuestros paradigmas. «Este libro cambió mi vida», solemos decir. 

No me gusta hablar sobre «cómo escribir ficción». No me gustan los términos relacionados con el «cómo escribir». Las discusiones sobre el modo en el que se construye una historia refuerzan lo que para mí es un modelo institucionalizado de la ficción dictaminado por la industria editorial. Cuando reflexiono sobre la «narrativa», convencionalmente hablando, mi mente piensa en: un personaje (con pensamientos, sentimientos, instintos, voluntad, un archivo de experiencia y ciertos manierismos) aparece en un entorno. Una situación, usualmente producto del conflicto o del deseo, se presenta. El personaje hace algo. Algunas veces el resultado de esa acción es comprometedor. Un nuevo aspecto del personaje se crea a partir de la adversidad. El personaje hace otra cosa. El efecto da a luz una nueva realidad. El personaje ha sido transformado. Es bastante razonable. Y también, muy limitado. En mi escritura, me gusta usar el paradigma mainstream y hacerlo mierda hasta el punto en el que es posible señalar sus limitaciones. Me di cuenta de que es una manera de expandir la conciencia sin alarmar violentamente a la gente sobre sus propias fantasías.

Unos años atrás, cuando era pobre, me comprometí a escribir una novela que atrajera una audiencia más grande que la de mi trabajo previo. Deliberadamente adopté una estructura narrativa convencional para poder llegar al mainstream. Imaginé un posible público de ávidos lectores que viven, indirectamente, a través de los libros; en otras palabras, personas con vidas aburridas. Me decanté por un tipo de persona aburrida, imaginativa y escapista. El aburrimiento es un síntoma de la negación, pensé. Una persona aburrida es una persona cobarde, esencialmente. Así que creé un personaje atrapado en las convenciones sociales que explora las profundidades de sus propios desvaríos y hace algo increíblemente valiente; pensé que sería divertido para la clase de personas a las que apuntaba mi escritura. Así nació Eileen. Y gané plata. Estoy contando esto porque muchas de mis decisiones creativas estuvieron motivadas por el vacío de mi cuenta bancaria. Vi el modelo dominante y abusé de él.

Y así podrían decir que participé en el paradigma del cual soy tan crítica. Me tomé el Kool-Aid. Comí la mierda. Pero mi objetivo era cagar nueva mierda. Lo mismo en la escritura, pienso un montón en cómo cagar. ¿Qué clase de olor quiero dejar en el mundo? Mi nueva mierda se convierte en lo que como. Aprendo digiriendo mis propios delirios. A veces es muy asqueroso. El proceso requiere una gran autoconciencia y honestidad, en la medida en que soy capaz de tenerlas. Se necesita coraje para ser hostil y contradictoria. Mi creatividad parece ganar tracción a partir de esta relación con la realidad: te odio, me odio, me amo, vos me amás, yo te amo, te odio, ad infinitum. Estoy interesada en mi propia hipocresía. Me provee de cierta turbulencia para cambiar. 

Realmente no sé cómo enseñarle a alguien cómo hacer el arte que quiere. Pienso que el deseo debe dictar la estrategia. Creo en el talento y en la posibilidad de auto educarse. Y una escritora necesita estar una posición de privilegio para escribir: necesita tiempo. Pero el tiempo es gratis. El tiempo no es plata, como este mundo de mierda quiere hacerte creer. Enseñar a escribir no es malo, pero creo que es estúpido aceptar una estrategia de escritura como un todo. Una escritora debería hacer lo que quisiera. Si quiere hacer plata, debería hacerla. Si quiere estar un año en el bosque enfrentándose a sí misma y a la naturaleza, debería hacerlo. Hacé cualquier cosa que te enseñe más sobre vos y sobre tu trabajo. Andá a donde estés menos cómoda. Capaz ahí encuentres nueva mierda para comer. 

«Hacé que el material sea personal, así se siente real» es tal vez uno de los consejos más confusos que un escritor puede escuchar. Pero, hablando de lo que escribimos, me gusta algo que dijo Slavoj Zizek en un video sobre Los pájaros de Hitchcock: «Si algo se vuelve muy traumático, muy violento o incluso tan cargado de placer como para romper las coordenadas de nuestra realidad, tenemos que ficcionalizarlo». Va de la mano con el consejo que le he dado a las personas que me han preguntado cómo escribir ficción: «¿Cuál es tu problema?». Creo que el artificio existe como un recipiente para realidades que no podrían ser contenidas de otra manera sin peligro alguno. Pensá en eso la próxima vez que uses una metáfora.

Así que, ¿cómo podés crear todo un mundo de la nada, describirlo y animarlo a través del lenguaje? Pienso que el lenguaje por sí mismo hace el trabajo por vos. No sé cómo escribir. Sé cómo yo escribo. Y, al otro día, no sé otra vez. El no saber es lo que hace la escritura interesante y agradable para mí. No hay una respuesta verdadera sobre qué es escribir bien, pero tiendo a pensar que escribir bien es escribir lo que quisiera leer más de una vez. Eso significa que el mundo de la ficción era tan rico y genial que quiero volver ahí. Quiero seguir cambiando con él.

Al pensar cómo te acercás a tu propio trabajo, deberías considerar tu lector ideal. Escribile a tu mamá. Escribile a tu mejor amiga. Escribile al amor de tu vida. Escribile a tu peor enemiga. Yo creo que vas a descubrir que lo escrito para tu enemiga será de gran calidad. Será más atrevido, más inteligente porque, si tenés una enemiga, ella tiene el poder para herirte. Debés tenerla en la más alta estima y sentir un poco de placer en hacer que tema por su vida. 

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Paula Elwart (1999) es estudiante de la Licenciatura en Letras en la Universidad Nacional de Rosario. Integra la comisión editorial de la revista El Cocodrilo.

septiembre 2025 | Revista El Cocodrilo

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