COLECCIÓN “ROSARIO SE LEE”

por El Cocodrilo

Por Federico Ferroggiaro

Cuando comenzamos a proyectar los tres libros que forman la colección titulada “Rosario se lee”, una serie de motivaciones diversas rondaba nuestras cabezas. La primera, y quizás la que históricamente ha desvelado a los editores y a los escritores rosarinos, era y es cómo lograr que se lea (y vender) lo que escriben los escritores locales.

Por lo general, las tiradas de los libros de autores de la ciudad no superan los 300 ejemplares. En algunos casos, muy pocos, la cima alcanza los 500 ejemplares, o los supera. Una cifra exigua, si se piensa en la cantidad de habitantes de la ciudad, o en el número de volúmenes que imprimen para un Coelho o para una Casañas, sin con este comentario desmerecer (o sí) lo que ellos escriben. La hipótesis, que se corroborará o se refutará en el futuro, es que no existe una difusión importante del trabajo de los poetas y narradores de Rosario y que esa cuestión no está directamente ligada a la calidad (o la falta de) de las producciones propiamente dichas. Más bien, se trataría de una carencia de la escena literaria de la zona que, sin haber desarrollado todavía un marketing literario, permite que las editoriales-empresas y sus medios asociados impongan modas y tendencias unificadas, restringidas, que opacan a todo aquello que no han asimilado o incorporado a su mecanismo. De esta manera, entendimos que la escuela podía ser un espacio adecuado para acercar los textos de los escritores locales y empezar así a hacerlos conocer, a que sean leídos, comentados y trabajados por los profesores y los alumnos. Esos textos, esos libros, saldrán de las aulas y podrán ser conocidos también por los padres, por las familias, por otras personas que digan o piensen: “Mirá qué loco… jamás pensé que en Rosario había gente que escribía”.

En segundo lugar, tenemos una cuestión que percibimos quienes trabajamos como docentes en la escuela secundaria. Las grandes editoriales, todos saben a cuáles me refiero, sostienen un criterio cauteloso y poco innovador, reaccionario, a la hora de armar sus propuestas de un plan de lectura. Básicamente, todas apelan a una fórmula conocida: clásicos (o lecturas canónicas) en muchos casos adaptados o resumidos y textos que llegan con la etiqueta “para adolescentes” o “de 12 a 14 años” o cualquier otra clasificación así. Sobre los clásicos, en general, y más allá de su vigencia, discutible en algunos casos, o la necesidad de concesiones que deben formularse sobre el “original”, entendemos que es positivo que “entren” en las escuelas, a pesar de que ya disponen múltiples canales de circulación: el cine, el comic, las reelaboraciones y las adaptaciones, la oralidad, la parodia, entre otros, y sin desconocer la existencia de estas metamorfosis que afectan y/o enriquecen a las obras clásicas.

Sobre las novelas orientadas a los adolescentes, a esta altura, no me cuesta discernir la línea que separa a la literatura, la definamos con Barthes, con Blanchot, con Sartre, y lo que es el producto de mercado, la mercancía, las cuentas de colores que traía Colón. Que parecían preciosas, pero eran de vidrio, nada más. El bullying, la anorexia, la droga, la iniciación sexual, entre otros tópicos, aparecen en cómodas y breves novelitas, para que los jóvenes hablen y reflexionen de sus preocupaciones, de las que “deben” ser “sus” preocupaciones. Y no decimos que no lo sean, para algunos, para muchos, pero, nos preguntamos, ¿no hay en esa división de temas una deliberada exclusión de los jóvenes de determinadas discusiones que involucran a toda la sociedad? ¿No hay un deseo de apartarlos, de excluirlos, de silenciarlos? ¿No hay una clara intención de imponerles y hacerles reproducir modelos y valores? Uno de estos productos, de los que corren mejor posicionados, trata de una adolescente “de caderas anchas” que sufre por no responder al ideal de belleza que impone la sociedad machista… pero jamás se cuestiona dicho estereotipo. Por otra parte, además: ¿no hay en esto una voluntad de reducir la literatura a un simple disparador u orientador de conductas?

Nuestra propuesta, por el contrario, fue elegir narraciones y poemas que nos gustaran, que consideráramos de calidad, que respondieran a la idea rectora de cada volumen. Esa muestra, por supuesto, debía abarcar tanto a mujeres como a hombres, tanto a consagrados como a nuevos, pero todos debían ser textos escritos para un lector común, para cualquiera, sin distinción etaria. Además, nosotros no quitaríamos ni agregaríamos nada: no adaptaríamos porque para colaborar con la lectura íbamos a contar con un experto que se encargaría de oficiar de Virgilio.

El sostenido menosprecio a la función y al trabajo de los docentes, actitud que unifica al arco político, de derecha a izquierda, y a gran parte de la sociedad, no tiene reparos en repetir las infundadas acusaciones de: trabajan cuatro horas, o tienen tres meses de vacaciones, o que, llanamente son (somos) unos vagos. Contra esos discursos (creencias, convicciones, blasfemias), “Rosario se lee” instala al docente en el lugar de lector crítico y de productor de contenidos para el aula. Mucho más que el pedagogo que predica desde el púlpito o que el empleado de editorial que conoce los salones porque, como todos, alguna vez fue “alumno”. El docente que se encuentra en actividad dentro del sistema educativo dispone de un cúmulo de experiencias y saberes que le permite, es también una hipótesis, proponer acercamientos, orientar miradas, generar debates, trazar relaciones y alentar reflexiones con un criterio menos idealizado que el de aquellos que, como decía, tienen un conocimiento mediatizado de la realidad o solo saben lo que sucede en los colegios privados de CABA. En este sentido, fue verdaderamente alentador descubrir cómo un cuento, por ejemplo, se desplegaba, a partir del trabajo de un colega, en originales propuestas y en interesantes conexiones con otros textos y discursos, generando un recorrido que en poco se acerca a los que aparecen en los manuales educativos que gestan los expertos de buró.

En octubre de 2017, nuestro proyecto entusiasmó al Jurado del rubro Serie Editorial de Espacio Santafesino y logramos reunir parte de los fondos necesarios para la publicación. Así, con el excelente diseño y la creatividad de Adriana La Sala, y con la edición y dirección de Nicolás Manzi y la editorial Casagrande, pudimos empezar a distribuir los libros entre los docentes y las escuelas, de manera gratuita, para dar a conocer a “Rosario se Lee”. Nuestra apuesta, nuestro deseo, es que esta propuesta seduzca a profesores y alumnos y, juntos, podamos lograr que la literatura local llegue a las escuelas secundarias y a todos los rosarinos.

Los libros

La imposible realidad

Este primer volumen se estructura a partir de las postulaciones y planteos sobre la estética realista. Se busca reunir relatos que expresen distintas realidades “representadas” o que operen como la fuente de inspiración de las mismas. Esa realidad se reinventa y se reconstruye en los textos literarios que pretenden dar cuenta de ella con cierta pretensión de objetividad. Es decir, generan una nueva realidad, a partir de los discursos ficcionales, que cuestiona, impugna o desestima la noción misma de realidad, suplantándola por la idea de “verosímil”.

Escritores que participan del volumen: Natalia Massei, Pablo Colacrai, Jorge Riestra, Marcelo Britos, Vanesa Gómez, Mateo Booz, Osvaldo Aguirre, Angélica Gorodischer. Docentes que trabajan los cuentos: Silvina Palillo, Cecilia Kolic, Valeria Read, Nadia Isasa, Graciela Aletta da Silva, Damián Sarro, Romina Deledda y Federico Ferroggiaro.

Los reinos de Poesía

La antología, dirigida por Rosana Guardalá, se organiza en torno a un eje temático-semántico: Los Reinos de Poesía y se dividen en cuatro secciones. Ellos se tejen en la relación entre los sentidos y las emociones. Todos los reinos indagan y abordan las construcciones subjetivas, no como unificadas ni divididas, sino como múltiple por contradictorio:

1. El reino de los afectos perdidos: Nos abren en las formas del perder y las vivencias que provocan las pérdidas. Poetas: José Pedroni, Diana Bellessi, Gervasio Monchietti, Beatriz Vignoli y Verónica Laurino.

2. El reino de los mapas internos: En los poemas de esta sección los alumnos pueden ensayar nuevas cartografías personales, grupales, sociales que abran las preguntas sobre sus relaciones sociales y afectivas. Poetas: Francisco Gandolfo, Cecilia Moscovich, José Pedroni, Emilia Bertolé, Jorge Isaías y Concepción Bertone.

3. El reino de los gestos ajenos o de los recuerdos prestados: poemas que vienen a mostrar que la palabra poética se presenta como el momento en el que vivimos y revivimos a partir de imágenes que son compartidas. Poetas: Beatriz Vallejo, Aguirre Molina, Hugo Padeletti, Aldo Oliva, Julia Enriquez y Andrea Ocampo.

4. El reino de las palabras imposibles: En este reino aparecen dinámicas del decir que dejan a la vista el lenguaje como comunicación y transparencia. Poetas: Mirta Rosemberg, Gabriela De Cicco, Estela Figueroa, Arturo Fruttero, Maia Morosano, Méndez Bujonok.

Docentes que trabajaron los textos: Florencia Giusti, Maia Morosano, Silvina Guala y Carolina Quiroga.

Variaciones del fantástico

En este volumen se presentarán diversas definiciones del género fantástico, partiendo de la conceptualización y la clasificación de T. Todorov en Introducción a la literatura fantástica. Desde esta perspectiva, se ampliará la serie para incluir también a los relatos maravillosos y a los surrealistas, estableciendo una nueva clasificación que los contenga y los diferencie de los planteos del Realismo. Seguidamente, se desarrollarán los recursos retóricos característicos del género, explicados en Lo fantástico de Remo Ceserami, y se esbozará el funcionamiento de los mismos en los relatos que integran la antología. Por último, antes de dar lugar a los textos literarios, se reflexionará sobre los modos de irrupción de lo fantástico en diversos dominios de la vida cotidiana.

Autores que participan de este volumen: Javier Núñez, Federico Ferroggiaro, María Florencia Moscato, Patricia Suárez, Alma Maritano, Daniel Basilio y Ber Stinco. Docentes que trabajan los cuentos: Leonardo Insinga, Celina Cancian, Valeria Castillo, Marina Maggi, Cecilia Muñoz, Marcelo Negro y Lorena Andreucci. Historietista: Horacio “Trino” Mansilla.

(actualización noviembre 2018 | El Cocodrilo 5)

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