ENTREVISTA A LUCIANO LAMBERTI

por El Cocodrilo

Por Chechu Muñoz |

Conocí a Luciano Lamberti a través de La maestra rural (Random House, 2016). La novela venía de mano en mano, recomendada por personas en las que confío plenamente como lectoras. Inmediatamente, quise saber de qué se trataba ese libro con un árbol medio seco sobre un fondo negro de tapa, que dialogaba en su título con un poema de Gabriela Mistral del que recordaba algunos versos: “La Maestra era alegre. ¡Pobre mujer herida! // Su sonrisa fue un modo de llorar con bondad”. Sabía que era la primera novela de un autor cordobés que yo no conocía y que había sido publicado por una de las “grandes editoriales”. Me encontré con un mundo de horror y suspenso, fascinante; con un universo fantástico y realista a la vez, construido con habilidad mediante una diversidad de voces. Al terminarla, fui a sus cuentos (ya tenía publicados dos libros: El asesino de chanchos (2010) y El loro que podía adivinar el futuro (2012), recientemente reeditados en Gente que habla dormida, que reúne éstos y otros títulos del autor), que me provocaron una sensación similar a la que tuve cuando de niña leí los primeros cuentos de terror de Elsa Bornemann, esa sensación indescriptible que solo producen los buenos relatos. Cuando un par de años después quise corregir un cuento que había escrito, no dudé que era con él con quien quería hacerlo y me comuniqué sin tapujos por correo electrónico. Su devolución fue generosa, amable y precisa. Como él. A los dos años llegó la pandemia y entre tanto malestar hubo una buena noticia: Luciano Lamberti daría talleres virtuales de narrativa. Desde entonces, intermitentemente asisto y no dejo de aprender. Luciano es un gran maestro: serio, directo y divertido. Como su literatura. 

Amablemente, respondió una serie de preguntas para la revista El Cocodrilo. 

Luciano Lamberti nació en San Francisco, Córdoba, en 1978. Es Licenciado en Letras por la Universidad Nacional de Córdoba y actualmente vive en la ciudad de Buenos Aires, donde escribe y dicta talleres literarios. El género que mejor le sienta es el terror y, en más de una ocasión, ha expresado que para él la literatura debe ser un acto de diversión. Manifiesta sentir predilección por su primer libro, de poesía, San Francisco (2008). En su escritura, la mirada poética está siempre presente; incluso en los fragmentos más terroríficos, la belleza y el horror caminan juntos por una realidad en la que encajan maravillosamente bien. 

Alguna vez te escuché decir que en tu época de estudiante de Letras te escondías para leer a Stephen King. ¿Creés que hoy en día sigue existiendo un prejuicio respecto al género terror? ¿Y a los bestsellers?

Creo que no, que no es lo mismo Stephen King hoy que hace veinte años. Quizás porque cambió King en el sentido de que cambió su lugar de escritor de bestsellers a ícono pop y quizás también porque la Academia llegó, tarde, pero llegó a él y a determinados géneros, para considerarlos legítimos. Yo creo en eso de que uno está formado por la alta y la baja cultura y que no hay grandes diferencias entre una y la otra; una historieta es lo mismo que una película de Bergman a la hora de consumir, sobre todo cuando uno es un adolescente un poco ignorante. Entonces a mí King y los bestsellers me parecen igual de válidos que las grandes novelas rupturistas, en tanto que son productivas y me da placer leerlas y generan eso que se llama literatura, que no sé muy bien qué es. En ese sentido sí, me parece que hay bestsellers de calidad, que están buenos, que están super bien escritos. Pero incluso muchos bestsellers de mala calidad, que están espantosamente escritos, ofrecen otra cosa al lector que no es la escritura misma sino la historia, la trama, la dosificación del suspenso, etcétera, y lo hacen muy bien. Para mí nadie es tonto en ese sentido.

Si bien los temas de tus libros son diversos, es evidente tu predilección por el terror, ¿cuál es el origen de esa preferencia? ¿Quiénes fueron/son tus influencias (además de King, claro)?

Mis influencias… (piensa) son muchas. Creo, paradójicamente, que tengo más influencia de escritores realistas que de escritores de género, pero no sé muy bien por qué me gusta el terror, quizás porque me permite emociones intensas. Quizás haber leído eso y haberme sentido perturbado, y quizás porque me divierte, me parece que es un cago de risa, también. Y mis influencias son de lo más variadas. Desde las zonas de Saer que dan miedo, como ciertas escenas, hasta algunos cuentos de Cortázar, donde el fantástico siempre es terrorífico porque es el otro, hasta ciertas zonas de Bradbury, Richard Matterson, Kelly Link, Ted Chiang, Julia Armfield, Carol Russell, no sé, hay muchos escritores y escritoras que me influyen. Por otro lado, no sé si uno elige las influencias, uno quisiera ser influido por algunos y no lo es y es influido por otros, que no quiere (risas), pero bueno. Me gustan también esos escritores que no son de género sino que lo abordan al género, tipo Ishiguro en Nunca me abandones o McCarthy en La carretera

¿Tenés alguna técnica o método a la hora de escribir? ¿Qué efecto buscás generar en el lector? ¿Tenés un “lector ideal”?

Técnica o método, sí.  Escribo, o trato de escribir, todas las mañanas. Ahora, precisamente ahora, estoy repleto de laburo y no puedo hacerlo, pero en general trato de escribir en mis tiempitos libres y cada vez que puedo. Cada vez que puedo cierro la puerta. Pero soy bastante productivo porque escribo mucho y tiro mucho. Entonces algo, cada dos años o cada año, queda, sale en limpio. 

No sé qué efecto busco generar, supongo que el efecto que me generaron algunos libros, que fue de conmoción física, como de un sacudón, o de apertura mental, o simplemente de sorpresa. Me gustaría alguna vez generar el efecto que me generó leer “Continuidad de los parques” por primera vez, o algunos cuentos de Cortázar del tipo “Cartas a una señorita (en París)” o  “Casa Tomada”. Cortázar es un escritor que me sacudió y me encantaría hacerlo. 

¿Lector ideal? (piensa). Me encantaría que me lean los jóvenes, porque son los lectores puros, los más abiertos y copados.

Hace poco, una famosa crítica literaria argentina te destacó entre los escritores actuales. Se refirió al modo “tranquilo, liso y llano” con que narrás la violencia extrema. ¿Hay una intención consciente en lograr ese estilo o es algo que te sale sin buscarlo?

Sí, “modo tranquilo, liso y llano”. Supongo que lo que habrá visto es el contraste entre el modo de narrar y lo que narro, ¿no? El tema o la sustancia, digamos. Y no, no hay una intención consciente. Me gusta el “tranquillo, liso y llano”, lo asocio a transparente y efectivo. Y me gusta. Supongo que en el fondo yo considero que eso es la literatura para mí, la buena literatura, pero también es lo que me sale y no es algo que yo decida. Tiene que ver con muchas cosas de las que no estoy consciente incluso. 

¿Considerás los talleres literarios como los espacios adecuados para quienes desean dedicarse a la escritura y publicar? 

Lo que yo digo es que los talleres lo que hacen, o deberían hacer, es enseñar a leer el texto propio como si fuera ajeno, convertir eso sobre lo que uno no puede ser muy objetivo que digamos en material de trabajo y material de corrección de la escritura. Es un espacio. Joyce no fue a ningún taller, Faulkner tampoco y King tampoco, pero hicieron taller con ellos mismos, leyendo y tratando de pensar en las cuestiones técnicas y siendo despiadados con ellos mismos para ir mejorando de libro en libro, lo cual es una forma de hacer taller. O se lo habrán mostrado a conocidos, amigos y parientes, que es otra forma de hacer taller también. Entonces, yo creo que es un espacio muy útil pero que, en última instancia, depende de la persona si va a terminar comprometiéndose con la escritura de un modo más serio o la va a tomar como un hobby más.

¿Qué consejo (o advertencia) le darías a una persona que recién se inicia en la escritura literaria?
Consejos… (piensa). Que trate de desarrollar su resistencia a la frustración porque la literatura está llena de frustración. Yo creo que más que otras disciplinas, pero a lo mejor me parece porque la conozco de cerca. Pero está lleno de cosas que no llegan a puerto, a buen puerto, y uno va dejando, ¿no? Como se deja el libro a la mitad, el libro que uno escribe a veces no tiene los elementos suficientes para escribirlo o no está en ese momento preparado o tomó algún camino que no debería haber tomado, entonces el libro se desinfla y uno lo deja. Al mismo tiempo, uno se puede obsesionar también y seguir probando hasta enloquecer, entonces hay que encontrar allí un equilibrio sabio, pero por lo pronto si uno quiere hacerlo de verdad no desanimarse y divertirse, también, no olvidar la diversión por la que parece que escribimos. Y pensar la literatura como la forma más barata de filmar una película indie; estás solo en una habitación y mentalmente podés filmar una película. Si uno lo piensa así, me parece que es muy productivo. Es una oportunidad maravillosa.

Fotografía: Majo Arrigoni. Instagram: @majoarrigoni_foto

junio 2022 | Revista El Cocodrilo

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