1.
La espera,
esa inquietud que descansa,
siempre
en el límite de dos estrellas,
en el alto pozo de las nubes,
en el fondo de un vaso vacío,
en el hermoso y terrible territorio de
la esperanza,
en una palabra que se asemeja
al futuro,
en el vagabundo de la esquina contando sus botellas,
en la madre pesando las naranjas con su hija en brazos,
en lo que siento,
en la suave forma de una constelación ,
en esta noche.
2.
Con frecuencia, en el manantial de la mañana, se transluce la edad de una nube, la mirada de un pájaro tras el sol, la frialdad frenética de los automóviles, el rastro del agua sobre tu rostro, el ensayo del rocío en una hoja, el silencio del verde en nuestra puerta…
3.
Lo que sé del viento es una rama recostada sobre mi espalda, un pequeño insecto protegiendo el día, el sonido del lapacho suspendiendo al tiempo en tres rayos violetas, un cachorro escondido en el umbral de una casa, la ligereza de las hojas cercanas al cielo, la transparencia del dolor en los charcos, el sonido incesante de lo que se transforma…
4.
Vuelvo del monte,
una rama
de eucalipto clavada
en mi pie izquierdo.
Las maneras de mirar el camino
se mezclan con el respirar de los bichos…
Cómo evaporarse de la violencia si los rastros de la tarde
se quiebran en el sentido de la corriente.
La pestaña de la lluvia
se asoma en mi cara,
dos gotas de luz caen
del sutil ritmo del aire.
Cómo anular lo que envuelve al día en un ritmo sin canción.
Cómo se respira en una ciudad atravesada por
tres cables
de altísima tensión
5.
Una familia
la madre contaba estrellas en las noches,
el padre se movía por los bordes del jardín,
los hijos prendían sus ojos a las imágenes fugaces.
El cauce del río hizo de la cocina
una ribera,
una pequeña luz se escondía en el ropero
y atenuaba la vieja ropa,
La pantalla se ensombrecía lentamente
en la telaraña del atardecer,
los márgenes de la mesa se encendían con
el fuego.
Con alivio,
en el devenir de la noche las puertas se abrían
como flores,
el pan en el horno inundaba la sala de olor a
sal y mesura,
al anochecer el tiempo se detuvo en el lejano
reloj
entonces,
el padre despide a las estrellas
y
la madre cuenta a sus hijos
***
Federico Rodríguez nació en 1978, en Rosario. Publicó los libros Perenne Imperfección (Editorial Serapis, 2002), Retrovisor/Espejo (Colectivo Editorial La Pulga Renga, 2012), y 2 Poemas (Ediciones Arroyo, 2020). Formó parte del Colectivo Editorial La Pulga Renga y del Ciclo A Cuatro Voces. Participó de Lecturas en Ciclos en Rosario, Santa Fe. Córdoba y Paraná y del Festival Internacional de Poesía de Rosario 2020.
Contacto:
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septiembre, 2022 | Revista El Cocodrilo