Los porqués de la rosa
Fecha y lugar de publicación: Agosto 2024, Buenos Aires
Editorial: Mardulce
Colección: Philos
Páginas: 200
Por Marcelo. D. Díaz.
Quizá en las propuestas de lectura hay un giro con respecto a cómo interpretamos las emociones en un poema. En un momento recuperás a Rilke y a Ponge y distinguís dos mecanismos que podrían ser considerados casi objetivistas, pero que operan de formas distintas: uno analítico y otro sintético. ¿Cómo podríamos desarrollar esa idea? ¿O cómo la podríamos continuar?
Bueno, la idea del libro es leer los poemas desde una especie de fusión entre intelecto y emoción. La misma fusión desde la cual se escribe. Intellegere corde (entender con el corazón), como se dice por ahí en el libro. Rilke y Ponge son dos poetas fascinantes, y ahí trato de analizar la vertiente objetivista de sus poemas. Pero Ponge procede sin apuro, desarticulando minuciosamente el objeto de sus poemas, mientras que Rilke en sus Dinggedicht usa procedimientos de síntesis típicos de la poesía: métricas, rimas, etc. El objetivismo fue una estética muy importante en la generación del 90 en la Argentina, pero, más allá de ese avatar puntual, es un modo de practicar la poesía que tiene una larga tradición y que puede seguir siendo fructífero.
De modo parecido a lo que consultaba antes, hay momentos en los que podemos encontrar en poetas que históricamente se han identificado con una tendencia objetivista con textos que, desde cierto punto de vista, tienen momentos epifánicos, destellos de lirismo, tal vez. ¿De qué manera los podríamos leer?
Es como decía Valéry: un buen verso pierde su escuela. El objetivismo puede ser programáticamente árido, sí, pero también puede ser personal y sentimental, como a veces Casas, o puede ser intensa y solapadamente celebratorio, como Williams o Ponge. Puede tener diez mil caras.
En una oportunidad decís, y hago una paráfrasis, “para el poeta la relación entre significado y significante nunca es arbitraria”. ¿Por qué sería así?
Más allá de que Saussure subrayó enfáticamente lo indisoluble de la unión del significado y el significante, la existencia de los dos conceptos lleva muchas veces a la creencia de que habría cosas objetivas, digamos, y por fuera estaría el significante, una especie de etiqueta que se le adosa. Creo que todos sentimos que esa manera de pensar la lengua es absurda, y basta con pensar si nos es lo mismo que el “murciélago” se llamara “abadada”, por decir algo. Un poeta, que trabaja con los matices de la lengua, siente enseguida que esa idea simplificada de cosas y etiquetas es absurda. No sé bien qué es la lengua, pero seguro que no es un sistema de etiquetas.
¿Con qué podríamos identificar la escritura poética? Si acaso la métrica, la rima, la técnica no alcanzan, ¿dónde estaría la definición de lo que podríamos considerar un poema?
La métrica, el verso libre, la rima son herramientas, procedimientos, pero la poesía, como dice Graves, empieza donde termina la artesanía. Que un poema pudiera definirse por el uso de ciertos procedimientos sería tan absurdo como decir que la música es lo que tiene notas. Nadie sabe cuál es la definición esencial de un poema, y yo tampoco, más allá de que pueda reconocer la poesía o la música por su efecto, una intensidad.
El universo de los animales recupera dos ensayos tuyos ya publicados previamente en Hablar de poesía, pero en esta oportunidad se amplifican algunos sentidos. Yo me acordé de Watanabe hace poco y su relación con el reino animal, pero, más allá de eso, ¿cómo es la relación que vas tejiendo entre la escritura de un poema y la realidad de los animales?
Los animales me parecen una fuente infinita de poesía, y el ensayo del libro que se llama “Poesía mundo animal” es sin dudas uno de mis preferidos. Escribir poemas es misterioso y extraño: como asistir al nacimiento de una criatura viva.
También recuperás la poesía oriental, el haiku, por ejemplo, y la figura de los ideogramas. Yo me acordaba de Miguel Ángel Petrecca o de Alberto Silva. Pero vos agregas sentidos. ¿Qué podríamos recuperar de la poesía oriental? ¿Y por qué sería significativo?
En el libro hago algunas menciones laterales al haiku y hablo de un poema chino en particular para señalar algo sobre Emily Dickinson… Yo soy un amateur absoluto al lado de Petrecca y Silva, por supuesto, a quienes quiero y admiro, pero incluso desde esa posición totalmente amateur me doy cuenta de que la poesía oriental, como es obvio, está llena de cosas valiosas. En el caso del haiku, su concepción de la poesía como escritura del aware, la experiencia de lo sagrado. Me parece una visión verdadera.
Alejandro Crotto (Buenos Aires, 1978) es licenciado en Letras por la UBA. Ha publicado los libros de poemas Abejas (Bajo la luna, 2009), Chesterton (Bajo la luna, 2013), Once personas (Bajo la luna, 2015), Francisco –Un monólogo dramático (Bajo la luna, 2017) y Quiero (Audisea, 2023). Publicó también una traducción anotada del Infierno de Dante Alighieri (Audisea, 2020), la crónica Final (Ninguna orilla, 2022), escrita con su hermano Marcos Crotto, y el libro de ensayos Los porqués de la rosa (Mardulce, 2024). Enseña poesía y traducción de poesía en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad Nacional de las Artes. Dirige desde 2017 la revista Hablar de poesía.
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marzo 2025 | Revista El Cocodrilo