Sebastian en el sueño
Georg Trakl
Traducción: Pablo Ascierto
Ediciones Abend
2016 |
Acaso al escribir –una reseña, un comentario, lo que fuere– sobre una obra de literatura traducida, este hecho –la traducción– sea efectivamente el menos relevado. ¿Se tiene que escribir sobre qué poemas: los escritos en la lengua que el poeta ha elegido, en la lengua a los que han sido vertidos o sobre ambos asuntos? Hay quien dice que, en sentido estricto, la poesía no es literatura, al haber en sus orígenes factores musicales y escénicos que, con el paso del tiempo, han desaparecido de la práctica de los poetas –y, por qué no, de los traductores– no sin dejar un resto en, al menos, el nivel de la lengua, materia prima del poeta. No es este el lugar para discutir ese argumento, apenas para dejar planteada la discusión de que decir “la poesía es…” o decir “x es y” no esquiva el viejo problema de las definiciones a lo “predicativo subjetivo obligatorio”, usualmente abstractas y generales. En sus Adagia, el reflexivo poeta estadounidense Wallace Stevens escribió: “La abstracción es parte del idealismo. Es en ese sentido en el que es desagradable.”
Tratándose de poesía –o mejor, de un conjunto concreto de poemas, una obra– y más aun en este caso en que la edición de Trakl que tenemos en nuestras manos es bilingüe, este hecho cobra una suma importancia. Con pertinencia, podemos citar al Paul Valery de Notas sobre poesía: “El poema, esa oscilación prolongada entre el sonido y sentido.” Así circunscripto, el poema constituye un objeto concreto pero ambiguo en razón del indeciso movimiento entre, para decirlo a la antigua, el juego de los significantes y el de los significados. Por lo tanto, este factor agrega una dificultad, es decir, una delicadeza que quien traduzca deberá sortear del modo en que le sea posible. Lo que el traductor tiene como tarea es hallar un sonido familiar, una equivalencia aproximada entre los procedimientos que una lengua nos brinda para traerlos o llevarlos a otra. El harto lugar común “Traduttore, traditore” nos indica una obviedad y, tal vez, una moralina. En todo caso, sería más fértil articular una traducción con una tradición –literaria, lingüística, de traducción, etc.– antes que con una traición.
Noblesse oblige: quien escribe estas líneas es, parafraseando a Trakl, un algo extraño en la tierra de la lengua alemana. Amablemente, Pablo Ascierto, cuyos métiers son la lengua y la literatura alemanas, ha iluminado algunos puntos oscuros. Esta sexta versión en español se presenta muy cuidada, tanto en términos materiales como de edición, al contar con un sistema de notas que aclaran sin agobiar, además del cuidado de estar en una sección aparte y no a pie de página interrumpiendo el cuerpo del poema. Además, el traductor ha escrito un breve texto acertadamente titulado “Notas para una historización de Trakl en español”, en donde compara y releva una pequeña tradición de los diversos intentos de volcar al poeta austríaco nacido en febrero de 1887 a nuestra lengua, a la vez que se extiende sobre algunas particularidades sintácticas de la lengua de los poemas de Trakl y una posible justificación del porqué de algunas de sus elecciones al traducirlas. Compara, revisa y discute las ediciones alemanas y, las traducciones al castellano, en particular las de José Luis Reina Palazón (año 2000, Trotta) y Aldo Pellegrini, de la cual existen varias reediciones, la más reciente publicada por Editorial Corregidor. Contamos con esta última para compararla con la de Ascierto.
La edición de Pellegrini no es bilingüe, lo cual, en el caso de un libro de poesía editado de este modo, genera cierta sospecha, el impulso de al menos ver –si uno no puede leer la lengua de origen– el poema que ha escrito el autor o ambos. Ascierto nos explica por qué ha elegido tal o cual combinación de metros en el breve texto mencionado arriba. De modo muy general, el traductor ha atenuado los -¿cómo llamarlos?- probables excesos que leemos en Pellegrini al interior de cada verso (la lengua inglesa posee un curioso adjetivo -“wordy” que podría traducirse como “palabroso”) El poema que abre la edición de Ascierto –“Infancia”– basta como ejemplo. Lo que Ascierto traduce como:
“Más piadoso conoces el sentido de años oscuros
frescor y otoño en habitaciones solitarias;
y en sagrado añil resuenan lucientes pasos”
Pellegrini opta por convertirlo en:
“Ahora más piadoso descubres tú el sentido de los
años sombríos,
El fresco y el otoño en las habitaciones solitarias;
y en el azul sagrado se prolonga el rumor de los
pasos luminosos.”
Aquello que generalmente nombramos como la música de un poema –o sea, el uso, estilización e incluso invención de una lengua– puede ubicarse entre la fonética y la fonología. La explicación, por supuesto, no invalida el potencial estético de un poema, aunque tampoco es necesaria para su lectura. Al transcribir a Trakl en esta lengua que podría llamarse “atenuada”, casi en modo menor, para continuar la comparación musical, Pablo Ascierto ha logrado, tanto en la sintaxis como las elecciones léxicas, traer la oscuridad y morosidad que usualmente la crítica atribuye al austríaco aunque, con mucha fortuna, ha obviado todo tinte de malditismo u oscuridad en términos adolescentes. Un mismo tono que no se hunde en lo monocorde sino que se alza en la solidez se sostiene a lo largo de esta versión de Sebastian en el sueño. Tal vez allí radique su acierto más logrado.