La música de las cosas perdidas
Javier Núñez
UNR Editora
2022 |
En uno de los mejores principios de novela, Fitzgerald escribió:
“En mi primera infancia mi padre me dio un consejo que, desde entonces, no ha cesado de darme vueltas por la cabeza.
Cada vez que te sientas inclinado a criticar a alguien –me dijo– ten presente que no todo el mundo ha tenido tus ventajas…”.
Conviene al lector de La música de las cosas perdidas tener en cuenta ese consejo que le dio el padre al personaje y narrador de Fitzgerald. No va a faltar oportunidad para que el lector se vea empujado por una gran cólera a criticar a los personajes de la novela de Javier Núñez. Pero es recomendable suprimir todo tipo de juicios morales y narcisistas del tipo, “yo hubiese hecho esto y lo otro.” Porque estos personajes han tenido una historia particular, que desconocemos.
Es una novela sobre el vacío que deja alguien que se fue, no que murió, sino que decidió irse. Una hija, un amor, una madre. La que se fue es Paula, Andrade es el padre, Facundo en algún momento la pareja, y Nico el hijo. Ella se fue de la casa paterna cuando tenía diecisiete años, al poco tiempo conoció a Facundo en un viaje de mochileros, rumbo al norte. Quedó embarazada enseguida, a los dieciocho. Y no mucho después de que naciera Nico, Paula vuelve a irse.
Andrade es un tipo grande, con el pelo blanco. Es arquitecto y en su momento fue reconocido por su trabajo, era un gran talento, pero en ese momento ―el presente de la historia―, y desde hace bastante, está sumergido en una pileta de alcohol y tabaco. Un día tocan la puerta de la casa de Andrade. Eran dos desconocidos, un hombre en silla de ruedas y un adolescente. Facundo y Nico. “Este es tu nieto”, dice Facundo.
Resulta que un amigo de Facundo había visto a Paula en Tilcara, y Nico se encontraba desesperado por ir a buscar a su madre. Facundo no podía acompañarlo, dice él que por la silla de ruedas. Entonces le pide a Andrade que lo lleve. Primero el tipo se resiste, pero una vez que le ofrecen plata acepta. En el medio de toda esa negociación Andrade empieza a desbaratarse, aún más de lo que ya estaba, frente al resurgimiento del recuerdo de su hija. Otro personaje importante es Virginia, amiga de Andrade, mucho más joven que él. Son ellos tres los que van a emprender el viaje hacia el norte.
En Crítica y ficción, Piglia dice lo siguiente: “Si uno habla de modelos tiene que decir que en el fondo todos los relatos cuentan una investigación o cuentan un viaje. Alguien, por ejemplo, cruza la frontera, alguien pasa al otro lado. (…) Yo diría que el narrador es un viajero o es un investigador y a veces las dos figuras se superponen. Me interesa mucho la estructura del relato como investigación: de hecho es la forma que he usado en Respiración artificial. Hay como una investigación exasperada que funciona en todos los planos del texto.”
La música de las cosas perdidas es una historia de viaje y una investigación, en simultáneo. Los personajes son aventureros, viajeros y detectives.
Hay una pregunta que atraviesa toda la novela: “¿Por qué un día la gente se va? ¿Por qué alguien decide en algún momento de su historia dejar todo atrás, cortar lazos con su pasado, desaparecer en vida? ¿Por qué alguien se transforma de la noche a la mañana en fugitivo de sí mismo?” Como se trata de buena narrativa, el interrogante no es respondido, pero empuja desde lo subterráneo, insiste.
El narrador maneja muy bien las descripciones y hay una cuestión con la mística del carnaval del noroeste argentino, presten atención: “Dos mujeres avanzan, algunos metros más adelante, por la calle que lleva hasta lo de Ortega. Caminan despacio. Una tiene un paso algo vacilante, como si tuviese una pierna más corta que la otra o el peso del cuerpo, robusto, se bamboleara de un lado a otro cada vez que adelanta un pie. Visten faldas rojas, blusas claras, mantilla abrochada con prendedor, sombreros para cubrirse del sol, una chuspa cruzada como bandolera. Una de las dos lleva una caja chayera con la que pronto acompañará las coplas que trajo del cerro para cantar sus alegrías y pesares. En la plaza, alrededor de un árbol añoso, un grupo de comadres hace ofrendas a la Pachamama. Todos están con las caras enharinadas. Las pieles oscuras y agrietadas, curtidas por el sol de la puna, adquieren un tinte algo fantasmal con la despareja capa blanca que las cubre.”
“Lo hicimos todo mal”, dice Andrade en un momento. Más o menos en la mitad de la historia sucede un infortunio, algo que puede pasar en cualquier viaje, y a partir de ahí se te abren los ojos y no podés dejar de leer.
El título de la novela viene de un objeto, algo que a su vez contiene otros objetos. Por supuesto no pienso decir ni una palabra más sobre eso. Vayan y lean, lean y les aviso, también les prometo, que al final van a llorar, de tristeza o de felicidad, o de ambas.
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mayo 2023 | Revista El Cocodrilo