CIEN AÑOS DE ÍTALO CALVINO, POR CECILIA MUÑOZ

por El Cocodrilo

El siguiente texto fue leído por la profesora Cecilia Muñoz en la conferencia “¡Qué bien escribo italiano! Ítalo Calvino entre la lengua y la antilengua”, en el panel junto al Dr. Domenico Scarpa y al Dr. Marcelo Scalona, en el marco de la XXIII Edición de la Semana de la Lengua Italiana en el Mundo (SLIM) “Italiano y sostenibilidad”- Biblioteca Argentina “Dr. Juan Álvarez” el martes 17 de septiembre de 2023. 

¿Qué más se puede decir de un escritor de la talla de Ítalo Calvino que no se haya dicho antes? ¿Cómo honrarlo realmente? La respuesta, quizás, sea la más sencilla: leyéndolo. 

Umberto Eco, en su ensayo Lector in fabula de 1979, ya exploraba (desde la semiótica) la relación entre el lector y la obra literaria, centrándose en cómo los lectores interpretan textos y en cómo su participación activa afecta el significado de una obra. 

En el final del ensayo “Cómo escribo” (Sobre literatura, 2002), Eco reflexiona sobre esta cuestión de la siguiente manera:

“(…) Desconfíen de los escritores que dicen que escriben para sí mismos, son unos narcisistas, deshonestos y mendaces. Hay una sola cosa que uno escribe para uno mismo, y es la lista de la compra. Sirve para recordarte qué debes comprar, y cuando lo has comprado puedes destruirla porque no le sirve a nadie más. Todo lo demás que escribes lo escribes para decirle algo a alguien.

A menudo me he preguntado: ¿escribiría todavía hoy, si me dijeran que mañana una catástrofe cósmica destruirá el universo, de suerte que nadie podrá leer mañana lo que escribo hoy?

En primera instancia la respuesta es no. ¿Por qué escribir si nadie me podrá leer? En segunda instancia, la respuesta es sí, pero sólo porque abrigo la desesperada esperanza de que, en la catástrofe de las galaxias, pueda sobrevivir alguna estrella, y mañana alguien pueda descifrar mis signos. Entonces escribir, aun en la vigilia del Apocalipsis, tendría todavía sentido.

Se escribe sólo para un Lector. Los que dicen que escriben para sí mismos no es que mientan. Es que son espantosamente ateos. Incluso desde un punto de vista rigurosamente laico. Infelices y desesperados, los que no saben dirigirse a un Lector futuro.” 

Como ya sabemos, Italo Calvino dedicó su vida entera a la literatura, que de algún modo es dedicarle la vida a sus lectores. 

Coincidencia o no, en ese mismo año (1979) y luego de un silencio de seis años, preocupante para muchos de sus lectores, Calvino publica su novela titulada Se una notte d´inverno un viaggiatore, que agotó rápidamente varias ediciones de millares de ejemplares cada una. 

Si una noche de invierno un viajero se trata de un libro que interroga profundamente el complejo hecho de la escritura y la lectura literaria y, lo más destacable, es que lo hace desde adentro, desde la misma ficción. En sus páginas, Calvino reclama la presencia viva del lector y lo vuelve protagonista. 

Se trata de la búsqueda, tal vez inútil, del libro perfecto, ideal, único. Diez novelas distintas se incluyen en el libro, con sus páginas iniciales interrumpidas (por pérdida, por errores editoriales, por robo, por engaños, por falsificaciones, etc.) intercaladas con los capítulos que conforman a su vez la novela del Lector (por lo tanto, la undécima), al mismo tiempo que se introduce en uno de sus capítulos, el octavo, el diario de un novelista llamado Silas Flannery, quizás el mismo Italo Calvino, que mientras observa con su catalejo a una joven vecina que lee, se plantea el sentido mismo de la creación literaria: “¿Hace cuántos años que no puedo concederme una lectura desinteresada? ¿Hace cuántos años que no logro abandonarme a un libro escrito por otros, sin ninguna relación con lo que debo escribir yo?”. Y más adelante afirma: “Los lectores son mis vampiros.” 

Cinco años después de esta publicación, en una conferencia dictada en el Instituto Italiano de Cultura de Buenos Aires, Calvino pronunciaba las siguientes palabras en relación a Si una noche de invierno un viajero: “Es una novela sobre el placer de leer novelas; el protagonista es el lector, que empieza diez veces a leer un libro que por vicisitudes ajenas a su voluntad no consigue acabar. Tuve que escribir, pues, el inicio de diez novelas de autores imaginarios, todos en cierto modo distintos de mí y distintos entre sí (…). Más que identificarme con el autor, traté de identificarme con el lector”. 

A continuación, un fragmento del inicio de la novela (la traducción es de Esther Benítez, para la edición de 1980 de la editorial Bruguera): 

“Estás a punto de empezar a leer la nueva novela de Italo Calvino, Si una noche de invierno un viajero. Relájate. Recógete. Aleja de ti cualquier otra idea. Deja que el mundo que te rodea se esfume en lo indistinto. La puerta es mejor cerrarla; al otro lado siempre está la televisión encendida. Dilo en seguida, a los demás: «¡No, no quiero ver la televisión!» Alza la voz, si no te oyen: «¡Estoy leyendo! ¡No quiero que me molesten!» Quizá no te han oído, con todo ese estruendo; dilo más fuerte, grita: «¡Estoy empezando a leer la nueva novela de Italo Calvino!» O no lo digas si no quieres; esperemos que te dejen en paz. 

Adopta la postura más cómoda: sentado, tumbado, ovillado, acostado. Acostado de espaldas, de costado, boca abajo. En un sillón, en el sofá, en la mecedora, en la tumbona, en el puf. En la hamaca, si tienes una hamaca. Sobre la cama, naturalmente, o dentro de la cama. También puedes ponerte cabeza abajo, en postura yoga. Con el libro invertido, claro.

(…)

Bueno, ¿a qué esperas? Extiende las piernas, alarga también los pies sobre un cojín, sobre dos cojines, sobre los brazos del sofá, sobre las orejas del sillón, sobre la mesita de té, sobre el escritorio, sobre el piano, sobre el globo terráqueo. Quítate los zapatos, primero. Si quieres tener los pies en alto; si no, vuélvetelos a poner. Y ahora no te quedes ahí con los zapatos en una mano y el libro en la otra. Regula la luz de modo que no te fatigue la vista. 

(…)

Trata de prever ahora todo lo que pueda evitarte interrumpir la lectura. Los cigarrillos al alcance de la mano, si fumas, el cenicero. ¿Qué falta aún? ¿Tienes que hacer pis? Bueno, tú sabrás. 

No es que esperes nada particular de este libro en particular. Eres alguien que por principio no espera ya nada de nada. Hay muchos, más jóvenes que tú y menos jóvenes, que viven a la espera de experiencias extraordinarias; de los libros, de las personas, de los viajes, de los acontecimientos, de lo que el mañana guarda en reserva. Tú no. Tú sabes que lo mejor que uno puede esperar es evitar lo peor. Esta es la conclusión a la que has llegado, tanto en la vida personal como en las cuestiones generales y hasta en las mundiales. ¿Y con los libros? Eso es, precisamente porque lo has excluido en cualquier otro terreno, crees que es justo concederte aún este placer juvenil de la expectativa en un sector bien circunscrito como el de los libros, donde te puede ir mal o ir bien, pero el riesgo de la desilusión no es grave. 

Conque has visto en un periódico que había salido Si una noche de invierno un viajero, nuevo libro de Italo Calvino, que no publicaba hacía varios años. Has pasado por la librería y has comprado el volumen. Has hecho bien.” 

Imposible no sentirse interpelado por este narrador anónimo, oculto tras el uso de la segunda persona, porque cuando leemos a Calvino, cualquiera de sus obras, inmediatamente nos transformamos en ese Lector con mayúsculas; nos encontramos sumergidos en un universo tan originalmente creado que difícilmente salgamos iguales de cuando entramos. 

¿Y no es esa transformación el destino de cualquier personaje literario? ¿Y no es ese el destino de cualquier lector frente a una gran obra? 

En este sentido, me interesa referir al ensayo Por qué leer los clásicos, publicado de manera póstuma en 1993, donde Calvino explora la importancia de los libros clásicos y argumenta a favor de su lectura. Durante el texto, expone posibles definiciones para los clásicos (todas válidas), tales como (solo voy a mencionar algunas): 

  • “Los clásicos son esos libros de los cuales se suele oír decir: «Estoy releyendo…» y nunca «Estoy leyendo …»” 
  • “Toda relectura de un clásico es una lectura de descubrimiento como la primera”
  • “Toda lectura de un clásico es en realidad una relectura.”
  • “Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir”. 

Por su parte, Jorge Luis Borges, escritor a quien Calvino admiraba y quien fue también una importante fuente de inspiración, en su ensayo “Sobre los clásicos” (Otras inquisiciones, 1952) define a los clásicos de la siguiente manera: 

“Clásico es aquel libro que una nación o un grupo de naciones o el largo tiempo han decidido leer como si en sus páginas todo fuera deliberado, fatal, profundo como el cosmos y capaz de interpretaciones sin término.” 

Y lo concluye con la siguiente afirmación: 

“Clásico no es un libro (lo repito) que necesariamente posee tales o cuales méritos; es un libro que las generaciones de los hombres, urgidas por diversas razones, leen con previo fervor y con una misteriosa lealtad.” 

Para terminar, voy a dar un ejemplo tomado de mi vida personal: 

El domingo 15 de octubre celebramos en Argentina el día de la madre. Por ese motivo, nos reunimos en familia en la casa de mis padres. En el mundo también se celebraban los 100 años del nacimiento de Ítalo Calvino. En la reunión estaba mi abuela Mechita, madre de mi madre, quien este año cumplió 94, sentada bajo la sombra del liquidámbar, con sus ojos casi ciegos enfocados en algún lugar imposible de acceder para mí. Me acerqué con un libro en las manos, me senté a su lado y le dije ¿Querés que te lea algo? Me preguntó qué. Le respondí que era el inicio de una novela del escritor italiano Ítalo Calvino. ¡Ah! ¡Ítalo Calvino! ¡Dale! Exclamó entusiasmada, e inclinó su mirada hacia mis manos. Entonces, yo en voz alta y ella escuchándome, leímos juntas el primer capítulo de El caballero inexistente. 

Quizás, por ese “previo fervor” y esa “misteriosa lealtad” de los que habla Borges y de los que fui testigo el domingo, es que hoy, a cien años de su nacimiento y a casi cuarenta de su muerte, podemos atrevernos a decir que Ítalo Calvino ya es un clásico. 

***

Cecilia Muñoz nació en la ciudad de Rosario el 23 de enero de 1983. En 2010 se graduó de Profesora en Letras en la Universidad Nacional de Rosario. Desde entonces, se dedica a la docencia en Escuela Media y coordina talleres literarios para personas de todas las edades. Durante los años 2018 y 2019 coordinó el taller literario para adolescentes “Leer y florecer” de la Plataforma Lavardén. En marzo de 2020, publicó su primer libro de poemas, Sola en el bosque (Ed.Azul Francia), y en 2021 Vivos de miedo (Ed. Miércoles 14), una antología de poemas y relatos de terror nacida de un ciclo de lectura virtual que coordinó durante los peores meses de la pandemia. También, participó en el proyecto editorial “Rosario se lee” (Ed. Casa Grande, 2018) y en diversas publicaciones digitales. Actualmente, colabora en la Revista El Cocodrilo, de la Asociación de Graduados de Letras de Rosario.

Octubre 2023 | Revista El Cocodrilo

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