NOVELERAS, POR VIVIAN LOFIEGO

por El Cocodrilo

Bajo el título de noveleras, abro la presentación de tres escritoras y sus novelas: Natalí Aboud, Sierra Nevada (Ed. Socios Fundadores); Marina do Pico, Cerca de la savia (Ed Marciana [Premio Bienal de Arte Joven Buenos Aires 2021-2022]) y Jacqueline Golbert, No me importa que me ames (Ed. Random House). 

Novelero – novelera es la persona que se deja llevar por la imaginación y que suele inventar historias fantásticas o imaginarias. Persona que lee libros de ficción, especialmente novelas. 

¿Será así? Me interrogo. Y antes de hablar de Natalí, Marina y Jacqueline, quiero ir- como si se tratara de un viaje imaginario- a Londres. Cada vez que leo una novela escrita por una mujer no puedo, casi diría no debo, dejar de pensar en la escritora inglesa Virginia Woolf, la inmensa escritora de principios del siglo XX, quien no solo quedó en la historia con su legado modernista sino que además defendió a capa y espada la igualdad de género y la reivindicación de los derechos de la mujer cuando muy pocos lo hacían. No es mi intención hablar de Virginia, pero hoy estamos celebrando a tres autoras que están siendo presentadas por una mujer escritora en el año 2023. 

En 1928, hace un poco más de un siglo, a Virginia Woolf le propusieron dar una serie de charlas sobre el tema de la mujer y la novela. Lejos de cualquier dogmatismo o presunción, planteó la cuestión desde un punto de vista realista, valiente y muy particular. Una pregunta: ¿qué necesitan las mujeres para escribir buenas novelas? Una sola respuesta: independencia económica y personal, es decir, Una habitación propia. Sólo hacía nueve años que se le había concedido el voto a la mujer en Europa y aún quedaba mucho camino por recorrer. 

En Argentina, una devota admiradora y amiga de Virginia, Victoria Ocampo, también se puso en la fila de la igualdad y creó la revista SUR en 1931. Sur va a traspasar la frontera y será la revista que le permitirá a una buena parte de la literatura argentina intercambiar con la vanguardia de la época en Estados Unidos, Europa y el resto de América Latina. No fue tarea fácil. Victoria, al igual que Virginia, tuvo que enfrentar las voces críticas, las cuales no admitían ni soportaban que una mujer outsider como ella pudiera atravesar todas las fronteras y fuera considerada la figura más destacada de la Argentina.

Se dice que Victoria Ocampo fue una mujer vanidosa, autoritaria, prepotente, narcisista, snob, egocéntrica, ingenua, gorila, europeizante y, fundamentalmente, equivocada. Así la describen por mucho tiempo la crítica universitaria y sus correlatos, como el grupo de Contorno. A esto, también se suma la izquierda bienpensante, reacia a admitir la posibilidad de ningún liderazgo intelectual representado por una oligarca.

Otras voces, más mesuradas y objetivas, comenzaron a dibujar una diferente imagen de Victoria. Y el feminismo pionero que ella tuvo se impone hoy frente a la leyenda negra que le dedicaron muchos de su país.

Evoqué a Virginia y Victoria pero la lista es larga y atraviesa la historia y los siglos. Nuestras fundadoras no hicieron tanto trabajo en vano. Todo lo contrario. 

En el 2022, el Premio Nobel de literatura fue otorgado a Annie Ernaux, la autora francesa cuya centralidad en su obra es la l’auto-socio-biographie (auto-socio-biografía), como ella misma define a su extensa obra, y en su discurso de recepción del Premio Nobel dijo que la recompensa que le dieron era “una esperanza para las mujeres”. 

Ahora, vamos al yo que narra, la autoficción, la autobiografía, el diario íntimo. El sujeto que plasma la vida en la página A4. Y así llegamos a nuestras noveleras.

Jacqueline Golbert es poeta y editora de Socios Fundadores. En su segunda novela No me importa que me ames explora, en primera persona y a través de una narración elaborada a partir de  experiencias propias,  el  universo del trabajo en condiciones de precariedad en el bar restaurante “El Cortejo”, donde su jefe, Eródito, la nombra como encargada. Y ella, Jacqui, se hace cargo de múltiples responsabilidades porque tiene la necesidad de trabajar para independizarse.  La escritura y la poesía están siempre presentes como formas intertextuales.  Su jefe, pese a su mal trato,  le pide que lo ayude a escribir su historia. 

 “Abrí un archivo nuevo y empecé a tipear como un animal salvaje mientras lo miraba sutilmente a los ojos y metía alguna que otra pregunta en el medio de su rumiante verborrea. Flor ciega, flor ciega, flor ciega, soy una flor ciega”. 

Ella acumula papeles y notas en medio de un desfile de personajes: Didi, Roberto, Pablo, El Rubio. En “El Cortejo”, reina la incertidumbre y circula el deseo. La narración está suscrita en un contexto espacio temporal definido, la Argentina actual; Jacqui evoca el momento histórico en el cual se defendió la interrupción voluntaria del embarazo, luego convertida en la Ley 27.610, en enero del 2021. 

La marginalidad presente me hizo asociar la narración con la de John Fanté en Pregúntale al polvo, la novela norteamericana, pero sin llegar a los extremos del drama como en el autor americano. 

Las escenas de la infancia atraviesan el relato como un hilo que tensa y consolida la figura de la protagonista.  Señalo, en particular, “Las formas tontas de perder dinero”, relatada en dos tiempos: el presente, siendo la encargada de la caja del bar con un patrón autoritario, déspota, abusivo (ella tiembla, por ejemplo, cuando tiene que ir al banco o hacer depósitos); y la infancia, el haber sido una  nena que perdió el billete que le dio su abuelo jubilado para comprar los patines anhelados. Esa ola del pasado se activa. 

Ningún control puede, sin embargo, dominar el deseo: Jacqui se siente atraída por El Rubio, un chico exiliado, joven, con quien nace y crece la seducción. 

“Estaba perdiendo los estribos por un adolescente, pero el fuego interior me enardecía la razón. Frente al espejo, con los ojos hipnóticos y los oídos ensordecidos, repetí: “Quiero recapacitar, quiero recapacitar, no quiero sentir esto””.

Y el deseo devino una novela. 

Marina do Pico es Diplomada en Lengua Inglesa en la UNSAM y Licenciada en Artes de la Escritura por la UNA. La novela que hoy presenta, Cerca de la savia, es una de las ganadoras de  la Bienal Arte joven Buenos Aires y es su primer libro. Una novela que trabajó durante cuatro años antes de enviarla al concurso de la Bienal. 

Maya, la protagonista, nos atrapa en sus delicadas redes. ¿Cómo se sobrevive, y qué nace,  en esa metamorfosis constante que es la adolescencia?  Hay rechazo hacia la mesura. Marina, en la voz de Maya, abre un territorio narrativo donde se alterna una fuerte poética constituida por una investigación lingüística, que le confiere al relato permanentes matices que nos atraen en cada capítulo. Y así, en esta travesía de la pubertad a la edad joven, con el deseo indómito, la exploración de la sexualidad, la muerte, la locura, los lazos familiares, nos adentra en nuestra propia experiencia adolescente. 

Maya mira el horizonte. Ahora que su padre apagó la música, se siente atrapada en una pintura de naturaleza muerta. Una rama oscura y larga asoma entre el cruce de arroyos. Maya no puede evitar imaginarse a alguien colgando de ahí, como esas imágenes terribles que vio en la película. Después vuelve a Leslie y su cuerda floja. Y en ese cuerpo pequeño, de niña de doce años, puede reemplazarse, puede verse con ambas manos agarrada a la soga y puede verse soltarla. Envenenada con su propia imaginación, cree ver el agua oscurecerse debajo de la rama. 

El universo de Maya se encuentra lejos y cerca de Bonjour Tristesse (Buenos días tristeza), de la  gran escritora francesa Françoise Sagan, quien puso en su protagonista adolescente una tragedia salpicada con ligereza. Esa levedad, que a la vez es portadora del drama de la existencia. Insisto en la poesía, más que otro aspecto, como rampa para la construcción del relato. En una carta dirigida a la promesa del verano, Maya evoca al poeta peruano José Watanabe:  “he venido por enésima vez a fingir ma resurrección/ en este mundo pétreo/ nadie se alegrará con mi despertar/ Estaré yo solo y me tocaré/ y si mi cuerpo sigue siendo la parte blanda de la montaña sabré/ que aún no soy la montaña.”

Y Maya concluye: “sí, soy la parte blanda de la montaña”. La música y el silencio acompañan al relato: canciones, momentos de baile, noches familiares. La suspensión del pensamiento interno. Pero su vida familiar se ve fracturada con la aparición de una suerte de brote fantástico que la lleva a indagar en la tía Felisa, una mujer amante de los libros que la antecede y que la posiciona en un complejo papel. Locura y amor por la lectura. Maya se desintegra, en cierto modo, se evapora para volver a ocupar la forma y el cuerpo de modo diferente. Los bordes de la cordura, y el filo del precipicio, la psicóloga Liliana (quien comprende el potencial creativo de Maya ). Y ya la savia, su propia savia poética, finaliza el proceso. “Déjame terminar de leerlo/para ir abarcándolo todo/para ir cada día/apretando en mis manos menos cosas” dice Maya. 

Natalí Aboud es guionista, directora y escritora de teatro. Su novela se titula Sierra Nevada (Ed. Socios Fundadores) y en su tapa nos adentra en una imagen de cine, un paisaje evocativo, envolvente, de un viaje.  Los contornos del paisaje de postal contrastan inmediatamente con la primera parte de la historia de Brownie, la gata de Yael. Yael es un nombre que aparece en el antiguo testamento, es una heroína que salva al pueblo de Israel. Por otra parte, es un nombre unisex. Tomo esta acepción del nombre ya que en Yael habita la libertad del cuerpo sin delimitaciones ni barreras. Yael es su propia heroína. 

Pero antes de adentrarme, quiero compartirles unas palabras de Natalí: 

Lo autobiográfico fue un puntapié para sumergirme en la ficción. En el momento en que escribí la novela, iba a Cérebro Magnético, una fiesta que se hacía en un local de una galería comercial. Ese espacio me inspiró para empezar a escribir. Esos vínculos que solo existen en la noche, y de día desaparecen. Ese ensamble danzante que se crea entre vibraciones y gestos. La protagonista de la novela vive las fiestas como una experiencia de expansión, de ser parte de un rito, no es solo entretenimiento, es algo más profundo, un lugar seguro de pertenencia, un hogar. Las aventuras que se viven en una sola noche, una noche que es como un viaje. 

¿Transformación e iniciación? En cierto modo son elementos de las tres novelas de este texto. 

En Sierra Nevada, lo iniciático (lo relativo a una experiencia decisiva) pasa primero por un duelo y luego a través de saltos en el tiempo, en cambios y modificaciones que a la vez modifican. La gata Brownie está internada, pero Yael ya tiene tatuado, por Marley el tatuador, a la gata animé en su vientre. Como una madre graba el nombre de su hija-hijo. Brownie agoniza y la eternidad se le derrumba cuando suena el teléfono y llega para acompañarla en sus últimas horas. Luego de esta muerte del animal amado, “seguimos” el viaje. La suelta de amarras. Hay que llegar a Sierra Nevada, donde está su amigo el tatuador, pero antes seguirán las peripecias. Greta, la amiga performer que luego le transformará la casa en una sala performática. La visita a la madre, la constatación de Yael de ver el paso del tiempo en la  madre y ella, unica hija, y el peso, y el afecto, y las fotos cortadas que va relatando, donde el padre está fuera de foco. Solo se ve una mano. O se sabe que por ahí estuvo. Y sigue lo que se desvanece en la transformación que regula el tiempo. Debe iniciar/ o continuar  el viaje, y Sierra nevada es el lugar, allí donde el mar la desafía y la palabra del desamor suena: hay que ir acostumbrándose a la perdida, dice.

“Veo la red perderse entre la oscuridad del mar y no llego a agarrarla. Salgo a la superficie agitada, tomo otra bocanada de aire y vuelvo a sumergirme, muevo las piernas como aletas, pero la red ya se hizo invisible, ahora el mundo submarino se ilumina exhibiendo su misterio”. 

Un escorpión la envenena y atraviesa zonas de encantamiento como alguien en un viaje chamánico, para luego volver  al punto de partida. Pero ya no se es la misma. El ciclo se cierra y la vuelta a casa completa el camino de la espiral. Las fotos en la casa de la madre aparecen enteras; las partes cortadas han sido pegadas. Están los tres en un paisaje que podría ser la nieve: Yael, la madre y el padre. Yael revive un viaje que comenzó hace mucho, mucho, antes de  los territorios sagrados de Sierra Nevada de Santa Marta.

septiembre 2023 | Revista El Cocodrilo

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