LA FEROZ BELLEZA DEL MUNDO, POR LEONARDO BERNERI

por El Cocodrilo

La feroz belleza del mundo 
Javier Núñez
Editorial Casagrande
Rosario
2018
96 páginas |

En Cabo de miedo, un Robert De Niro psicópata y perverso sale de la cárcel obstinado en cobrarse venganza de su abogado. Con inteligencia implacable y un plan meticuloso, se dedica a acecharlo y asediarlo hasta la desesperación: va preparando el camino para el golpe final, que es el ultraje y el asesinato de toda la familia. El plan, finalmente, no se concreta pero, en cambio, los sucesos revelan costados oscuros y reprimidos de esa familia a simple vista ideal: traiciones ocultas, rencores silenciosos y hasta una inconfesable tensión sexual entre el abogado y su hija de dieciséis años. Flotando en la superficie de la vida familiar, como el barco que flota a la deriva de ese río violento en el cierre de la película, todo queda expuesto ante los ojos estáticos de la adolescente, que abren y cierran el film.

La feroz belleza del mundo es, hasta la fecha, el último libro de Javier Núñez (1976), escritor rosarino que tiene ya publicados, además, otros tres libros de relatos –La risa de los pájaros (2009), Praga de noche (2013) yTríptico (2014)– y dos novelas –La doble ausencia (2014) y Después del fuego (2017)–. En esta ocasión, de la mano de Casagrande Editorial, el autor nos ofrece un libro compuesto por doce cuentos que, de modos (muy) diversos, insisten en ese acontecimiento inquietante en el cual lo familiar se vuelve extraño. Como en la película de Scorsese, un hecho catalizador que irrumpe en la cotidianeidad puede mostrar, en el universo literario de Núñez, el revés de lo que la vida cotidiana expone en su transcurrir anodino. Una enfermedad terminal, un robo violento, un embarazo no planificado, el recuerdo repentino de un pariente que ha desaparecido de la memoria familiar, la irrupción de la locura… Hechos que llevan en sí la potencialidad del horror pero que acaban demostrando que lo inquietante –lo ominoso– se halla, en realidad, en otro sitio y que ellos no son otra cosa que la oportunidad de una revelación. Y una vez corridos los velos, lo que queda es el espanto ante la pérdida de las certezas que sostenían una vida (“Cuando todo se rompe” y “Una enorme tontería”, los relatos que abren el libro, quizá sean el ejemplo más claro de esto). Pero incluso en ese espanto, en esa exposición desnuda a la intemperie, puede hallarse, todavía, un modo de vivir: “Aprenderíamos a andar liviano, sabiendo que un día cualquiera podríamos abrir la puerta para descubrir que en la tormenta lo perdimos todo y no nos queda, a cambio, más que la feroz belleza del mundo”, dice un personaje en algún momento del libro.

Núñez se mueve con naturalidad en el realismo, en donde se inscriben la mayoría de los cuentos, y se interesa sobre todo por la exploración de los vínculos amorosos en los momentos de resquebrajamiento. Siete de los doce relatos del libro son relatos de parejas: desde la microscopía de los encuentros fugaces y el tiempo suspendido que se abre luego del sexo hasta las historias de amores cansados de sí mismos que buscan el modo de habitar aun en la desesperanza. La melancolía los atraviesa a todos. Sin embargo, el autor se permite también explorar con soltura, más allá del realismo, las distintas atmósferas y tradiciones del cuento. En “Cacería”, relato de terror que recurre al tópico de la casa embrujada, y en “Abracadabra”, uno de los dos cuentos fantásticos del libro, es el pasado el que regresa y reclama, fantasmático, sus deudas a los vivos. En “Perplejidad del sueño”, el otro relato fantástico, uno de los personajes tiene el don de soñar, en paralelo, los sueños que sueñan aquellos con los que convive: es un texto lleno de referencias literarias explícitas y de juegos metaficcionales. “Cuento de nadas”, quizá el más brutal de todos, ensaya una revisión de los cuentos tradicionales infantiles en la línea que inaugurara Gabriela Cabezón Cámara con Le viste la cara a Dios.

Ninguna de estas modalidades narrativas –ni siquiera el realismo–, sin embargo, acaba convirtiéndose en programa. La imaginación prolífica del escritor rosarino le permite entrar y salir de un género al otro, manteniendo siempre un tono y un humor reconocibles, sin generar otro compromiso con el lector que no sea el que expresa el narrador del cuento que da su nombre al libro. De regreso de un viaje insoportable, se han detenido, él y su novia, a contemplar las sierras desde el borde de un arroyo, alejados de la ruta. El narrador sabe que ese remanso en medio de un fin de relación tormentoso y eterno pronto ha de quebrarse:

Solo es cuestión de empezar para que el orden del caos se cumpla con rigurosidad: una sucesión organizada de piezas que van cayendo en aparente armonía para desbaratarlo todo y revelar, ahí donde había una estructura, toda su anárquica ferocidad.

La frase puede ser leída también como la manifestación de una ars narrativa que guía la lectura del universo de Núñez: el fin del relato –parece decirnos– es, finalmente, correr los velos, hacer caer esas piezas con que lo real se construye y dejar expuesta así su anárquica ferocidad, la feroz belleza que subyace, siempre, detrás de toda experiencia.

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