PRONOMBRES SIDERALES | STARRY SELVES, DE MAIA MOROSANO Y MARTA NÚÑEZ POUZOLS, POR CHECHU MUÑOZ

por El Cocodrilo

Pronombres siderales | Starry Selves
Maia Morosano y Marta Núñez Pouzols
turba ediciones
2019 |

Pronombres siderales | Starry Selves es un libro escrito a cuatro manos por la poeta rosarina Maia Morosano y la española radicada en Carolina del Norte, EE.UU., Marta Núñez Pouzols, editado por Turba Ediciones (Rosario, 2019) y presentado en abril de este año de forma online en el Centro Binacional Aricana de Rosario. Es también un libro bilingüe: cada poema tiene su versión en inglés realizada por las mismas autoras, para que pueda ser leído por los públicos de habla española y de habla inglesa.

Sideral significa “de las estrellas o los astros o lo referido a ellos”. El poemario invoca el discurso de la astrología, tan en auge en los tiempos que corren, como principio constructivo y como forma de entender el mundo. “Todo lo que nace o se hace en un momento determinado tiene las cualidades de ese momento”, dice el epígrafe de Jung que abre el libro. La astrología, que se ocupa de los cuerpos celestes y su influencia en las personas. 

Uno de los rasgos característicos de las mitologías antiguas consiste en que el mundo de los dioses y el de los mortales se encuentran poco delimitados. Así es como en la mitología grecolatina, por ejemplo, dioses y humanos conviven, interactúan, entran en conflicto, tienen relaciones sexuales e incluso se enamoran y reproducen. Más tarde, la iglesia católica se ocupará de destruir esa cosmovisión y creará un único dios, invisible y omnipotente.

De las historias de amor donde se cruzan dioses y mortales, me interesa destacar “El mito de Cupido y Psique” que se puede leer en El asno de oro de Apuleyo (siglo II d.C). La trama bien podría ser la de cualquier culebrón mexicano: el joven dios Cupido se casa con una bella y joven mortal, Psique, quien desconoce la identidad divina de su esposo y la de su suegra, ni más ni menos que la diosa Venus. La flamante esposa sufre la envidia de sus hermanas y por esto entra en conflicto con su amado. Pero lo peor viene después, cuando le toca enfrentarse a los celos enfermizos de su suegra. Sin embargo, como buena novela de amor, todo al final se resuelve y a Psique se le concede la inmortalidad (el peor de los castigos) para que, en palabras del propio Júpiter, “sea igualada la categoría de los contrayentes” y “el matrimonio sea indisoluble”. Así es como quedan unidos para siempre y más tarde  tienen una hija a quien llaman Voluptuosidad.  

La astrología vuelve a pensar el mundo a partir de esa conexión entre mortales e inmortales (en este caso, seres humanos y astros). “Pronombres siderales nos recuerda que los dioses también padecen de altibajos emocionales”, dice Laura Jaramillo en el epílogo. 

Con la lectura de Pronombres siderales nos adentramos en un universo donde lo divino está en constante diálogo con lo mundano. “Venus en Escorpio”, el primer poema del libro, nos presenta a la diosa paseándose por lo más bajo de la ciudad: las cloacas. El yo lírico posa su mirada en esta deidad que deambula por “los pasadizos más guturales”, pero donde no puede “entonar ningún hechizo”. 

Más adelante, el yo poético irá hacia su centro, pero sin dejar de nombrar la ciudad, espacio de lo mundano por excelencia, donde la luna es “el trauma de la noche”. Durante todo el poemario, las palabras y el yo lírico se trenzan en una suerte de guerra de la cual finalmente nace la esperanza, porque la belleza también puede encontrarse en el horror de lo cotidiano: “Entre la basura recoge flores” dice el poema “Mercurio en Virgo”. 

Por otra parte, la voz poética hace uso de diversos recursos para narrar la realidad y el tiempo. Uno de ellos es el cuento infantil. Por ejemplo, nos encontramos frente a “siete enanos y siete enanas que pican montañas de oro y sal” mientras “el resto de las constelaciones les observan/ con envidia y desprecio”, aunque también “con profunda admiración”.

Otro tema vertebral del poemario es el intento de recordar, sobre todo cuando la voz hace uso de la primera persona del plural: “querer recordar el frío/ y no poder”. Es entonces cuando el cuerpo aparece como centro de imágenes tan fuertes como bellas: “El cuerpo es un círculo que sangra blancas palomitas/ blancas palomitas que son flores en la tierra para volar hacia el cielo”. El cuerpo se configura como un territorio donde es necesaria la presencia de un otro; quizás a esto se deba la invocación de tan diversos personajes, desde los célebres David Bowie, Yoko Ono (y su hermosa imagen bailando Imagine), Alf o ET, hasta hechiceras, monstruos y sanguijuelas. 

Sobre el final del libro, aparece otra gran figura, el tarot. A través de las cartas se intenta entender la existencia y encontrar el amor, aunque a cambio se encuentre también la locura como intento de cambiar el mundo. Y en ese intento aparecen ellas (pronombre más que sugerente) y sus famosos aquelarres; ellas, mujeres mortales pero poderosas como diosas que el poema no nombra: las brujas.

Nuevamente, el encuentro con otro mundo que parece inalcanzable si lo miramos con ojos incrédulos, pero que Maia y Marta se ocupan de acercarnos a través de sus miradas que construyen un puente intercultural, que se entretejen en dos formas de decir.

junio 2021 | Revista El Cocodrilo

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