A Gaby, si aún lo recuerda.
El siguiente cuento pertenece al libro Maradona me debe un yogur, de Ariel Pennisi, publicado por la editorial Azul Francia en junio del 2023.
En el silencioso rincón de un videoclub olvidado, en el barrio rosarino del Abasto, se cruzan dos historias. Por un lado, Gustavo Infante, un hombre marcado por la pérdida de un amor y la esperanza de su regreso, busca consuelo entre los estantes de las películas clásicas. Por el otro, una mujer mayor, que vive cautiva por el temor a los robos, se refugia en la seguridad de sus películas. Con notas de nostalgia, surge entre ellos un diálogo cinéfilo que desafía a sus propios fantasmas.
Es una muy buena vidriera, piensa al verla. Klaus Kinski, con sus ojos desorbitados y su casco de conquistador en medio de las amazonas peruanas, la convierte en una decoración extinta para la ciudad actual. Imposible no detener su mirada y apreciar la imagen durante varios minutos en silencio.
Es una de sus películas preferidas, que tanto lo habían conectado con Gabriela, quizás no por su mitología totémica de fondo, sino porque el escenario de la historia es la naturaleza y ella ama la vida en naturaleza.
En cambio, a él le es indiferente. Se podría decir que es amante de los libros, las bibliotecas, los cafetines, el olor a alcohol. Amante de los malos vicios, de estadios de fútbol, las multitudes, los anónimos abrazos de un gol o, por qué no, un buen pogo aunque, podía negociar y amar también a la naturaleza simplemente para estar con ella.
Allí está Kinski, mirándolo desorbitadamente, al lado de un Robert De Niro de veinticinco años en un taxi y un joven Al Pacino, a la salida de un banco, anhelando una tarde de perros.
No menos desorbitada es la mirada de aquella señora, detrás del extinto decorado que, por la desesperación y preocupación ante el apasionado curioso, delata ser la dueña del comercio condenado a desaparecer.
Se miran fijamente. Gustavo Infante realiza aquellos gestos que la cultura sanciona como habilitantes para que la puerta se abra.
La desconfianza en la señora se agudiza. Gustavo Infante, en la esquina de calle Ocampo, es llamado a realizar el arte que tan poco desarrollado tiene: la seducción.
La persistencia lleva a que la señora mayor abra unos centímetros la puerta.
-Disculpe, señora, ¿está abierto?
-No está mi marido, ¿qué quiere?
-Películas, ¿están en venta?
-Tengo miedo, venga cuando esté mi marido, hay muchos robos…
-También muchas películas por comprar, permítame ver, veo que hay muchas ofertas.
-Sí, mi marido quiere cerrar, mi vida es este negocio, váyase. Por favor, tengo miedo de que me robe.
-Señora, deje que me lleve algunas películas, para ver por la noche.
-Pase rápido, mi marido no está y me da miedo.
La señora cierra la puerta con trabas luego de dos vueltas de llave.
-Ya nadie viene a alquilar películas, mi marido quiere cerrar.
-Tengo entendido que este local era el doble de grande.
-Los VHS fueron una época gloriosa. Teníamos socios que pagaban cuotas mensuales, ahora bajan todo por Internet y nadie quiere VHS. Antes la gente venía y se juntaba a hablar de cine.
-Qué buenas pelis, esta es Idi i Smotri (Come and See) de Elem Klímov, del año 1985, soviética…
-Sí, hay que ver cine soviético. Ellos nos salvaron de los nazis, pero nosotros estamos acostumbrados a ver solamente cine de Hollywood, y los nazis hicieron una matanza peor que en Europa con las tribus soviéticas, hay que ver a los soviéticos para enterarse.
-Acá dice: “Fiel retrato de la locura colectiva que genera el absurdo de la guerra. El absurdo de considerar a un otro algo inferior a un ser humano, simplemente por ser y pensar diferente”, peligros siempre latentes…
-Mire, acá tiene otro soviético interesante, La infancia de Iván filmada en el año 1962, de Andréi Tarkovski. Vivir y crecer en la eterna pérdida del contexto bélico. Esta película influyó a cineastas como Igman Bergman, Serguéi Paradzhánov y el polaco Krzysztof Kieślowski.
-Bueno, me deja con la boca abierta.
-Usted, ¿no me va a robar? Mire que tengo mucho miedo.
-No, estamos hablando de cine, sabe mucho usted…
-Treinta años hace que atiendo esto, mi marido lo está achicando cada vez más. Me vende las películas y no compra más, quiere alquilar el local porque dice que ya nadie alquila películas.
-¿Quién es Andrei Tarkovski?
-Era soviético, solo filmó siete películas. Las dos últimas fuera de Rusia. Esta es la primera que hace en Italia, Nostalghia es de 1983, está cargada de referencias personales.
“Vivir en el exilio afectivo, en una sociedad atomizada, quizás solo sea posible desde la introspección”, qué gran reseña…
-Ya nadie mira a Tarkovski…
-No se crea, señora, yo miraba mucho este cine, empecé a mirarlo para hacerme el interesante con las minas, hasta que conocí a Gabriela. Para tener temas de conversación, despertar el interés, ¿vio?
-¿No me estará poniendo a prueba?, me había dicho que no lo conocía. ¿No se aburren las chicas?, yo pensaba que las mujeres de hoy en día consideran pedantes a los tipos que hablan de estas películas, yo soy pedante para mi marido que me quiere dejar sin videoclub.
-¿A quién me dijo que influenció?
-Al sueco, Bergman. Mire Vargtimmen, es del año 1968. Acá se conoció como Vergüenza, lea la reseña: “Bergman nos invita a interpelarnos allí cuando el mundo parece desmoronarse. ¿Qué tan avergonzados como sociedad nos encontrará el día después del mañana?”.
-Habría que hacerse esa pregunta después de algún apocalipsis… ¿Woody Allen le gusta?
-A mí no, me parece muy degenerado, medio perversito…
-¡Cómo me dice eso!
-Sí, vio eso que siempre se dijo de la hija, qué sé yo. Igual lo vi bastante y hay una que me gustó mucho, se llama Stardust Memories de 1980, el tipo se interpela homenajeando a Federico Fellini y su memorable 8 1/2.
-Uy, qué gran película. Quizás unas de las menos recordadas. A mi criterio, es una obra maestra que cuestiona el acto creativo de todo artista. Se pregunta: “¿Debe un autor, que ha alcanzado la fama haciendo reír, de pronto hacer una película seria?”.
-Reafirmando el giro de su obra a partir de Annie Hall, que es del año 77…
-Me quedaría todo el día hablando con usted. -¿No me quiere robar? Mire que viene mi marido ahora.
-Solo quiero comprar unas películas, por si me viene a buscar Gabriela.
-¿Es su novia?
-La escena de Woody, donde describe cómo el mundo se suspende y queda maravillado viéndola a ella que encaja con la música y su sonrisa. “El mundo encaja perfecto, me siento enteramente feliz”, así será cuando me venga a buscar.
-Usted me da miedo, no estará con los síntomas de la peste, ¿no?
-Uy… tiene Tangerines, la película de Zaza Urushadze, que filmó en el 2013. Mire qué mierda cómo la traducen acá, que le ponen Mandarinas.
-Sí, no la vi. Nadie alquila nunca esas películas.
-Es una joya, una coproducción entre dos países, Estonia-Georgia, que mantuvieron un reciente conflicto bélico, creo que la Guerra de Abjasia, a principio de los noventa o algo así, vio esos quilombos que se armaron en Europa del Este luego de la caída del muro. La película parece un buen intento de paz.
-Usted mira cosas raras, a mí también me gustan, como este finlandés, Aki Kaurimaski.
-¡Uy! Su cine del proletariado, está genial. Para que aborte, el tipo le dice «Matá al renacuajo», ella lo mató a él- dijo Gustavo Infante, sonriendo mientras observa la película que tiene la señora en sus manos.
–La chica de la fábrica de fósforos de 1990, es un buen director, sus películas por lo general son de gente anónima en la sociedad que tienen algún triunfo en la vida, triunfo épico y, por lo general, relacionado con el amor, pero que nada cambian en el mundo.
-Si, a mí me llamó mucho la atención Juha, del año 1999. Es sobre el machismo y la trata de personas, tema antiguo y tabú. Quizás por eso la peli es en blanco y negro, además de muda.
-Usted es raro, le gusta David Lynch seguramente…
-Sí, hermoso. Llega un momento, en las obras de Lynch, en el que parece dormirse y el espectador se convierte en un elemento onírico más de su sueño. El tipo se duerme, al principio, en la mitad o al final, y nos sueña. Y allí estamos, desfigurados pero maravillados. Inland Empire del 2006, es genial. Cine punk, ¿dónde hay?
-¿Usted no me va a robar? Si no, se va cuando viene mi marido…
-No, señora.
-Acá Verlierer del año 1986, de Bernd Schadewald, habla de los suburbios en Alemania. La Haine de 1995 del francés Mathieu Kassovitz, La ley de la calle del año 1983 de Coppola…
-¿Y cine nacional?
-Ahí…
-¡Súper! Un lugar en el mundo, año 1992, de Adolfo Aristarain: “Estoy en una edad de mierda, donde estás obligado a tomar decisiones y lo que menos tenés ganas de hacer es tomar decisiones. ¿Se debe volver a un lugar que ya no existe?”. Qué buena reseña, pero no estoy para andar viendo esto.
-Mire esta, es uruguaya, pero quizás le guste, a mí me encanta este director.
-¿Quién la dirige…?
-Federico Veiroj, La vida es útil del año 2010. Mire la reseña: “Hay que mentir por humanidad. Libremos al mundo de la funesta verdad que lo aqueja…”. ¡Qué frase! A mí me va a venir a buscar Gabriela.
-¿Te lo dijo?
-No, pero lo siento- afirmó determinantemente, aunque los recuerdos de ella y sus momentos vividos comenzaban a ser fragmentos desfigurados de aquel ser que supo presentarse como integridad total. Solo recordaba algún fragmento, el tono de su voz en alguna acentuación particular, una sonrisa o mirada situacional.
Las sensaciones del recuerdo eran de completud, de inmortalidad, ¿por qué no iba a venir? Quizás perdió el horizonte, la inmortalidad es atemporal, tiene todo el infinito para no dejar de irse. La inmortalidad se edifica en la aburrida certeza de que todo sigue igual, de que todo va a pasar en algún incógnito momento.
Su alma ya está llena de arte, no necesita seguir recorriendo las góndolas que alojan las interminables perlas del cine nacional, como El jefe (1958), o La fiaca (1969), ambas de Fernando Ayala. Estaba colmado, se llevaba por la suma de 200 pesos Une affaire de femmes (1988) de Claude Chabrol, El Último Elvis (2011) de Armando Bó, First Reformed (2017) escrita y dirigida por Paul Schrader, C’eravamo tanto amati (1974) de Ettore Scola, A Taxi Driver: Los héroes de Gwangju (2017) del coreano Jang Hoon y Sauve qui peut, la vie (Sálvese quien pueda, la vida, 1980), del creador francés Jean-Luc Godard.
-Usted, ¿no me va a robar?
-Con estas pelis, Gabriela cuando venga va a estar contenta…
La señora observa preocupada cómo se retira aquel extinto cliente de su negocio, piensa que está lleno de esperanza.
Se sienta y cree que quizás hoy es el comienzo de una nueva bonanza para salvar su querido videoclub. Piensa que hoy sentó los cimientos de resistencia ante la voluntad del marido. Las góndolas se van a volver a llenar de películas de todos los rincones del mundo. Hablar de cine con aquel cliente inesperado le ha dado fuerzas para combatir el arrebato del formato digital. Está lista para la batalla, está lista para la espera.
Gustavo Infante, llegando a calle Corrientes, saluda por primera vez al obrero de extraños bigotes que veía todas las tardes bajar del 110 y que por fin reconoce. Se llama Matti Pellonpää.
***
Ariel Gustavo Pennisi nació en Rosario, en 1982. Es Licenciado en Psicología, Profesor de Psicología y Técnico Universitario con Mención en Trabajo Social, estudios realizados por completo en la Universidad Nacional de Rosario. Desde hace años escribe con regularidad semanal artículos culturales para el suplemento Mirador Provincial del diario Clarín y El Litoral. Ha colaborado de forma ocasional en distintas revistas y periódicos tanto nacionales e internacionales como RevistaNosotros, Sur24 (Venado Tuerto), El Portuario y Revista Literaria Luis Emilio Recabarren (Chile). Sus cuentos han participado en antologías nacionales e internacionales como Grito Sagrado (CRediciones, 2022), Historias de amor, desamor & otros romances (Editorial Rubin, 2023), Corazón de cuero (Gold Editorial, 2023) entre otros y con frecuencia son publicados en la contratapa de Rosario 12, suplemento del diario Página 12. Maradona me debe un yogur y otros cuentos del Abasto(AzulFrancia), es su primer libro.
noviembre 2023 | Revista El Cocodrilo