¿El mundo pasó a existir en el interior de cada hogar? ¿A dónde se fue todo lo que hoy no estamos haciendo? Cuando algunas familias empezamos a repetirnos y mimetizarnos y parecemos una integración orgánica de exótica funcionalidad, ¿cómo cortamos tanto amesetamiento en el interior de nuestras casas? Aun con las dificultades particulares de cada grupo familiar, el tiempo, hoy, es un otro tiempo. La convivencia se hace absoluta: permanente e ininterrumpida. Los cuerpos parecen aglutinarse (y casi que podemos leerlo científicamente por la directa proporcionalidad que implica mayor aglutinamiento a menor espacio), pero la palabra todavía nos salva: escinde, delimita, construye. Y es en las posibilidades de la construcción en donde muchas familias podemos levantar un refugio que en su hermetismo, tumbe los muros de tanto encierro.
Lo primero es la palabra. Ya hubo y habrá excesos de todo tipo en esta cuarentena. Las horas frente a la tele ya son demasiadas, las horas de aburrimiento también, las de acuarela, pinturitas, bañera, patio, tareas, videollamadas, lavado de ropa y meriendas. Increíblemente, a cada rato parece que recién acabáramos de merendar y la chocolatada del día anterior se confunde con una que pudo haberse tomado pocos minutos atrás. Pero cada una de estas instancias que, aún diferentes simulan ser una misma por la falta de quiebres externos que las delimiten, pueden modificarse un poco.
Cuando acompañamos a nuestros niñxs porque pudimos despegarnos de la PC, la cocina o los trapos, deberíamos acompañar desde la palabra, utilizando para esto los distintos niveles del lenguaje, cuidándonos de no caer en el error de creer que a lo largo del día hablamos mucho con nuestros hijos porque hicimos descripciones, comentarios o impartimos órdenes del universo doméstico. Es que en ese caso, aunque haya existido la más rica variedad de palabras, en el plano del discurso y de sus niveles, nos agotamos enseguida.
Se hace prioritario que evoquemos desde la palabra aquello que se conecta con el universo sensible de lxs niñxs, y para ello hay muchísimos recursos. Cantarles, contarles historias de cuando eran bebés o muy pequeños, contarles historias nuestras, describirles lugares lejanos, confesarles sueños. Romper con la cotidianidad puede llevarnos pocos minutos, enseguida estaremos otra vez con ocupaciones serias o banales, pero habremos dado lugar a un momento sensible como el que se despierta en una plaza cuando vemos caer hojas amarillas, o pasar volando un ave muy cerca nuestro. Podemos observar por la ventana y describir en tono de asombro, abrir un libro y elegir nuestros personajes preferidos, escuchar una canción, elegir un instrumento y tararear la melodía que ejecuta. Podemos jugar, porque el juego también nos salva. Y en algún momento del día, desatender las comunicaciones externas que nos desacomodan y leer. Si nunca enmarcamos las lecturas con niñxs de forma especial, tal vez sea momento de intentarlo. Sábanas cubriendo escritorios o atadas entre sillas haciendo de carpitas, o dormitorios a oscuras apenas iluminados con algunas velas ayudan a construir esa frontera especial, portal de la infancia que hacia la infancia conduce, como el mundo que nace en la habitación de Max cuando lo castigan. Pero para que esto sea posible, no puede aparecer ninguna pantalla. La palabra hablada tiene el poder de construir el mismo ambiente que genera un fuego encendido, mientras no haya otros artificios demasiado grandes que la opaquen. Se precisan libros. Si son ilustrados, podemos observarlos detenidamente y comentar aquello que nos llama la atención: elementos que podemos leer en las ilustraciones. Tal vez sea momento de prestar libros de nuestras infancias, porque los días se acumulan y se hacen largos, y las lecturas no siempre alcanzan. A veces los chicos se fascinan con un mismo libro hasta el infinito, pero hay días en que al infinito le cierran la puerta y el libro pasa al olvido. ¿Cómo renovamos estos recursos en plena cuarentena? ¿Cómo alimentamos la expectativa, fuerza que empuja hacia adelante el mismo presente? Por suerte, más allá de que internet es un reservorio inmenso de contenidos varios, muchas editoriales están liberando obras. Si tenemos unos minutos, podemos prepararnos. Googlear y leer los cuentos a solas para después contar una historia sorpresa. Como Scheherazade, sobrevivimos otro día de encierro junto a la palabra. Como en El Decamerón, esta protección es el marco en donde nacen las historias, con la convicción de que ofreciendo un otro tiempo en la argamasa mimética de nuestras cuarentenas, acrecentamos las posibilidades y generamos espacios nuevos desde y a través de la palabra.
Hay otras experiencias relacionadas con el universo de la literatura infantil que ayudan a expandir nuestras lecturas. Porque las obras para la infancia se pueden leer de forma convencional, pero también en formas prácticas, lúdicas, experimentales. El género es tan plástico que habilita y soporta su continuación en ilustraciones, collages, se reinventa en otras historias, se ejecuta entre muñecos, se transforma en versos cantados o en exposiciones de arte. Todas estas instancias pueden ser de sostén literario en tanto rescaten alguno de los múltiples elementos que constituyen a las obras para las infancias y den lugar a la palabra. En el hacer se puede mantener el diálogo permanente, expresión de lo simbólico que merece, entre tanto encierro, más lugar que nunca.
Recomendaciones
Cuentos narrados:
Kalandraka (España)
http://kalandraka.tv/es/seccion2.php?id=33
Cuentos inéditos de autores argentinos narrados por personalidades de la cultura, Paka Paka
http://www.pakapaka.gob.ar/series/122810
Delivery de cuentos de Cuenta Clown
https://www.facebook.com/cucharaclown (Tel: 0341 352-2329)
Videocuentos:
Donde viven los monstruos, Maurice Sendak
Cuentos de había una vez, Paka Paka
https://www.youtube.com/watch?v=S_MipfK8P4s
Novelas gráficas y cómics:
Actividarios:
http://www.danielamartagon.com/actividadesdescargables
En las redes de Chicho y Babel voy subiendo y recomendando materiales a diario. Se suma el audiolibro de Cuentemas del pez barbudo de Maia Morosano para solicitar su descarga.
Sobre mí: Vivo en bario Alberdi, Rosario, donde ejerzo la docencia en nivel secundario y tengo una librería infantil. Me gusta leer, estudiar y escribir sobre el género. Disfruto del tiempo libre y de hacer las cosas con lentitud. Soy madre de dos y en casa experimentamos con el arte y oficio de constituirnos como familia.
Imagen: Anaclara Pugliese
(abril 2020 | Revista El Cocodrilo)
CRÓNICAS
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